24 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Bernie Madoff, el villano de Wall Street

Rafael Bravo
https://rafaelibravo.blogspot.com/

Por Rafael Bravo 

“I built my confidence up to a level where I…felt that…there was nothing that…I couldn’t attain,” Madoff 

‘’ Llevé mi confianza hasta un nivel al que sentí… que no había nada… que no pudiera lograr’’, Madoff 

Vivimos en medio de la incertidumbre y la esperanza todos por igual intentando volver a la normalidad y recuperar la fe perdida. A propósito de credibilidad y confianza, en los días recientes falleció en prisión a los 82 años Bernard Madoff, sin discusión el estafador de este siglo que hizo historia en Wall Street defraudando a miles gracias a la pirámide que se ideó aprovechándose de su posición como sagaz inversionista. La estafa sumó 65 mil millones de dólares. Retornos del 12 por ciento anual sencillamente era algo tan atractivo que no parecían ser real y aun así miles cayeron en su estratagema. 

El derrumbe de su organización fue el producto del colapso del mercado accionario sucedido en 2008 que tuvo un efecto directo en todos los escaños sociales. Muy pocos entendieron las razones de la crisis financiera propiciada por los mismos bancos y entidades que ilusoriamente vendieron la idea de una inversión respaldada en una sofisticada ingeniería financiera. Si bien Madoff no fue el origen de la crisis, terminó siendo la personificación de la ambición desmedida de Wall Street. 

La historia de la vida de este personaje es ‘’una tragedia shakesperiana’’ que involucra a su familia y círculo cercano. Su hijo Mark acabó con su vida colgándose de una viga en su residencia incapaz de aceptar lo que se le venía encima y su otro hermano Andrew murió víctima de un cáncer. Los protagonistas de una pirámide tienen todos algo en común: arrogancia, sentido de invencibilidad y una capacidad de engaño muy particular que termina por convencer a tantos ingenuos. 

La experiencia nos recuerda cómo esos genios financieros reciben toda clase de elogios y buenas notas cuando llegan los réditos en tiempos de bonanza, para luego caer en desgracia cuando la economía y los papeles de la bolsa entran en un ciclo decreciente.  En el caso de Madoff la estafa funcionaba porque llegaban nuevos inversionistas, cuyos dineros servían para pagarle ‘’jugosos dividendos’’ a los más antiguos en una pirámide que llegó a su fin cuando el mercado se desplomó en 2008. Es lo que en inglés se llama ‘’rob Peter to pay Paul’’ cuya traducción según algunos diccionarios es ‘’desnudar a un santo para vestir a otro’’. 

¿Quién se arriesga a semejantes inversiones tan opacas y riesgosas? Aquellos que disponen de una gran riqueza y depositan su confianza en firmas e individuos que le apuestan a la especulación. En su momento los nombres de los desfalcados eran personajes conocidos por la fama y fortuna: el director de cine Steven Spielberg, la heredera de L’Oreal Lilliane Betancourt y hasta el dueño del equipo de béisbol New York Mets. Pero como siempre ocurre hubo viudas, grupos religiosos y fondos de retiro. Es una repetición de ‘’se los dije’’ donde la ambición es superior a la prudencia cuando de invertir se trata. 

Los timos piramidales nunca van a desparecer pues siempre habrá nuevos Madoffs y estafadores que venderán su ardid mediante la ilusión y el engaño. Cómo no caer víctima de estos personajes no siempre es fácil, porque normalmente operan bajo unas promesas según las cuales los beneficios son atractivos y la seguridad de la inversión está garantizada por documentos maquillados. El acceso a los libros contables es un imposible, ni que decir de un detalle de los activos donde se supone reposan las inversiones. Además, estos esquemas operan no pocas veces en la clandestinidad y sin un control efectivo de las autoridades. 

La condena a 150 años se redujo a solo 11 y lo triste es que Madoff nunca dio muestras de arrepentimiento. En los tiempos de booms financieros, la línea entre los timadores y el resto de nosotros se vuelve borrosa, gracias a personajes de esa calaña. Cuando la fiesta termina y la música deja de sonar, se hace necesario reafirmar los límites que definen al capitalismo bueno del malo para que los Madoffs sean una excepción