29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

¡Aquí destruyendo la democracia, maestro!

La oposición destructiva y criminal de Petro y de las demás bestias paramilitares de izquierda.

Por José León Jaramillo Jaramillo

La palabra bestia, de conformidad con el Diccionario de Uso del Español de doña María de Moliner, en lo pertinente, “…se aplica a una persona …que hace más uso de la fuerza que de otra cualidad…” y a la “…3 Persona …ignorante. 1 Animal, bruto, burro, idiota…” y por eso dicha palabra o el apodo Maburro, le caen como anillo al dedo al muy violento dictador castrochavista y las palabras “bestia negra”, también le caen como anillo al dedo no solo a él, aMaburro, sino a Gustavo Petro, pues según el mismo diccionario se denomina como Bestia negra a la “…Persona o cosa odiada o temida por los demás, o que constituye la dificultad principal en algo.”

Es indiscutible que ni Gustavo Petro, ni ningún movimiento guerrillero le han aportado nada positivo al país. Es más, dichos movimientos se distinguen por ser sembradores de violencia, por haber asesinado a miles de colombianos, destruido el medio ambiente, por ser los adalides del narcotráfico y de la minería ilegal y por apoyar la violencia en las manifestaciones públicas.

En este país como en la mayoría de países subdesarrollados y desarrollados del mundo hay toda suerte de problemas sociales: clase dirigente mediocre, funcionarios venales, corrupción, desempleo, criminalidad, narcotráfico, falta de oportunidades, falta de cupos escolares y universitarios, carencia de acueductos y alcantarillados, fallas en el suministro de energía y de agua potable, carencia o mala prestación de los servicios de salud, etc.  ¿Qué decir de Méjico, por ejemplo, cuya economía es la más grande de Sudamérica? Sus problemas son notorios, pero esos mismos problemas se presentan en Estados Unidos y en Europa, en países como Francia, donde las desigualdades también saltan a la vista.

Estos problemas vienen de años atrás y nadie puede acabar con ellos de la noche a la mañana y no obstante lo anterior Colombia cuenta con una de las economías más sólidas de Latinoamérica.

Petro estuvo un periodo en la alcaldía de Bogotá y casi acaba con la ciudad y nadie le hizo oposición criminal, ni marchas ni manifestaciones violentas. Su legado no pudo ser más negativo: inundó los sindicatos distritales de mamertos, acabó con la empresa de aseo de Bogotá (cuento de los camiones de basura), aunque se le reconocen el cumplimiento de algunas promesas en lo social, con las que también han venido cumplido los demás alcaldes. En síntesis, apretada, la suya fue una alcaldía mediocre que pasó sin pena ni gloria.

En este país tenemos problemas, pero caen los ministros, los generales o los embajadores por simples críticas de la oposición, lo que no sucede en los “paraísos” de Cuba o Venezuela.

Que las guerrillas en armas (las disidencias) están matando a los desmovilizados y no se ha encontrado ninguna solución, habría que buscar, entonces, a la brevedad, el apoyo la ONU, para que nos manden cascos azules para algunas zonas del país.

Que tenemos problemas con los maestros, quienes no están de acuerdo con lo que ganan. Lo mismo sucede en Cuba y en Venezuela, pero ¿para qué más recursos para la educación si FECODE y las FARC, ELN, no dejan estudiar a nadie. Mi hermano, por ejemplo, empezó a estudiar biología en la de Antioquia y como no salían de un paro y consciente que ya había perdido dos (2) años de su vida oyendo los gritos de los Petros y las explosiones de las papas bombas, se retiró y se fue estudiar a la Javeriana, luego, gracias a Dios, pudo viajar al exterior a especializarse y obtener posteriormente su PHD. Su primer sueldo fue como de USD 50.000 al año, lo que significa que, por haber perdido 2 años de estudio, perdió más de USD 100.000, pero la pregunta es ¿Cuántos millones de dólares han perdido y siguen perdiendo los centenares de miles de estudiantes colombianos y el país por las marchas de los profesores y por el accionar violento de las Petro bestias?

Estas Petro bestias, es decir, los cubanos, ya tuvieron la oportunidad de administrar a Cuba, a Nicaragua, a la Argentina y a Venezuela y destruyeron sus economías, pues son países que se distinguen por la corrupción de sus autoridades y por las violencias militares y paramilitares (colectivos) que ejercen contra sus paupérrimas poblaciones, en las que hoy priman el hambre y la miseria, que no la pobreza.

Bolivia fue tal vez la excepción, con Evo Morales, porque el indio no le hizo caso a Fidel y no corrompió totalmente al ejército y a la policía, como que tampoco ahuyentó el capital nacional y extranjero a las patadas y, lo más grave, porque tampoco montó los colectivos (paramilitares) para reprimir al pueblo hambriento, hacer inteligencia y destruir a la democracia. Arrepentido, el hoy expresidente de Bolivia, tratando de obtener el apoyo de la izquierda internacional para recuperar el poder, prometió que, de volver a su país, formará “milicias armadas del pueblo como las de Venezuela”. ¡Milicias armadas! = paramilitares o guerrillas urbanas. ¡Qué lindo!, como diría Cristina Fernández de Kirchner, quien acaba de recibir instrucciones sobre el particular en la Habana.

Un país sin elecciones libres y competitivas no es una democracia sino una dictadura y por ello algunas constituciones prohíben aun la figura de la reelección.

En Cuba o en Venezuela no es la gente la que decide quien va a gobernarla o representarla sino el dictador o las claques corruptas (colectivos militares) que este hubiere formado durante su desgobierno.

En Colombia, gracias al voto popular, logramos deshacernos del zángano de Santos, esa fue la decisión de la mayoría de los colombianos y todos la deberíamos respetar. ¡Qué es necesaria la oposición!, claro, pero respetando la constitución, las reglas del juego democráticas. ¿Realizando marchas de oposición?, sí, pero de manera pacífica no con vándalos destructores (Dylans), que forman parte de las guerrillas urbanas.

Hugo Chávez fue elegido legalmente, pero mandó al carajo a la democracia para perpetuarse en el poder y por ello en ese país no hay elecciones. Allí la dictadura, siguiendo instrucciones de la Habana, corrompe a todo el mundo hasta la Asamblea Nacional, para poder mantenerse abusivamente en el poder.

No solo al presidente sino a la alcaldesa de Bogotá hay que dejarla gobernar y apoyarla. Ella ya se dio cuenta de que los reclamos de los marchantes se han atendido y de buena fe. Que la Policía y el Esmad no agreden a los manifestantes y que solo, cuando los colectivos guerrilleros castro chavistas pagados, empiezan a vandalizar a la ciudad y a destruir todo lo que encuentra a su paso, es necesario enviar a la fuerza pública, a la que estos guerrilleros atacan con piedras y cócteles molotov.

Ataques con los que buscan enervar la economía, fomentar la fuga de capitales, destruir el trabajo de los demás, impedir la libre movilización, destruir los medios de transporte afectar al comercio y a la Dian. ¿Entonces cómo puede el gobierno conseguir los recursos para cumplir las multimillonarias demandas de las Farc y de las demás Petro bestias?

Ni Duque ni Petro pueden convertir a este país en un paraíso durante un periodo presidencial de cuatro años. La ventaja con Duque es que le permitirá a quien gane las elecciones ocupar el solio de Bolívar, la desventaja sería que, si gana Petro, más nunca, como dirían los venezolanos, éste, Petro, le devolvería el poder al pueblo para que elija un gobernante. Con otras palabras, nunca volvería usted o sus bisnietos, amable lector, a poder ejercer su derecho al voto.

¿Será qué los colombianos debemos, como lo aconsejan los compañeros Maduro y Evo, proceder a formar colectivos armados para protegernos de las Petro bestias? ¿Debemos los colombianos, no comunistas, abrazar las soluciones violentas castrochavistas, para defender nuestras ideas políticas como lo hacen las Petro bestias?

Coletilla. La alcaldesa de Bogotá tiene razón en que las inspecciones de policía no son cárceles. El gobierno debe solucionar ese problema y encontrarle una solución definitiva a los problemas de hacinamiento en las cárceles colombianas, como se lo ha ordenado, reiteradamente, la Corte Constitucional.