15 octubre, 2025

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Año bisiesto

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Oscar Dominguez


Por Oscar Domínguez 

A los años bisiestos los vemos venir en el almanaque Bristol de nuestras vidas y tomamos precauciones. No son de fiar. Algo malo se trae un mes que tiene un día más. Alguien nos puede traicionar. O engañar.

Como engañó Colón el 29 de febrero de 1504 cuando llegó con sus averiadas naves a Jamaica.

Como sus anfitriones nada querían saber del genovés y su corte que no pagaban la cuenta, les cortaron los servicios: cero comida. A bordo no había con qué envenenar una cucaracha. Y Colón ruegue hasta en el esperanto de los gestos. Y los dedos. Iba con harto oro robado, pero sin comida. Algo así como morir de sed junto a la fuente.

Pero el que tiene la información tiene el poder. Colón andaba de la ceca a la meca con su almanaque Brístol de pared. Y vio lo que venía: un eclipse lunar. Aquí que no peco, dijo don Cristóbal, y les anticipó a los indígenas que por su espléndida tacañería algo maluco vendría del cielo antes de que terminara ese día.

Y con precisión de reloj egipcio de arena ese 29 de febrero hubo eclipse. Aterrados, los anfitriones bajaron la guardia, abrieron el bar y la alhacena y Colón y los suyos pudieron yantar y llegar para la larga travesía de regreso a casa.

Es injusta tanta mala prensa para un pobre bisiesto. No hay caridad con un año y sobre todo con un mes que parece un sobrado de tigre… Porque febrero es como el Blas de Lezo del calendario: toma horas, minutos y segundos que le sobran al rico Epulón llamado tiempo, y va armando su día.

Hasta Sábato se la dedicó. En la muerte de una vecina dijo: “Qué lástima morir en febrero cuando no hay nadie en Buenos Aires”.

A manera de indemnización febrero se regaló vírgenes: Águeda, Apolonia, Escolástica. Y Eulalia, nombre en el que dos consonantes eréctiles se van de orgía con vocales deshinibidas.

No todo es malo: “Lo que el viento se llevó” gano 8 óscares un 29 de febrero.

Los padres del poeta inglés Bryon, del compositor italiano Rossini y de Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, se dejaron de bobadas y trajeron a sus críos el vapuleado día 29.

Que solo cumplan cada cuatro años no es problema: los agraciados apagan velitas y reciben regalos un día antes o uno después, y adiós agüeros.

Todo este aperitivo para exigir manos fuera del bisiesto. Y de febrero, un mes pegado con babas. Ojalá, en represalia el mundo no se acabe el 29: nadie le creería.