Por Ramiro Orozco García.
Nuestro presidente Gustavo Petro sacó una perla de esas de colección al referirse al Tren de Aragua como “un grupo de migrantes que se vieron obligados a responder con violencia” en Colombia por ser… “los marginados de los marginados” y que el tratamiento adecuado no es perseguirlos por sus delitos sino cobijarlos con amor para que, como hermanos, sientan que no están solos y así resarcirles un poco la suerte que les ha tocado vivir.
El problema no es que lo dijo, el problema es a quién se lo dijo. Si esas respetables opiniones las dice en privado, por ejemplo, en una cena romántica en Panamá, no pasa nada. Pero se las dijo a la secretaria de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, la señora Kristi Noem, delegada del presidente de los Estados Unidos para quien el Tren de Aragua es un grupo terrorista con presencia en más de 12 países al que hay que combatir con todo el imperio de la ley.
No es la primera y seguro que no será la última salida en falso del señor Petro, quien ha tenido mucha misericordia, por ejemplo, con el grupo Hamas, pero ha sido muy enfático en reprobar a Israel.
La buena noticia es que Trump, así como Marco Rubio, saben perfectamente quien es Petro y cuáles son sus afinidades y no van a tomar represalias. Sólo van a esperar estos trece meses que faltan para elegir otro presidente y ahí recomponer las relaciones.
No obstante, estas actitudes de nuestro presidente molestan mucho a la inmensa mayoría de los colombianos que creemos que el Tren de Aragua es un grupo de delincuentes, narcotraficantes extorsionistas y asesinos, así don Petro piense otra cosa.
Le pediría al señor presidente que viajara más seguido a Panamá donde al parecer allá encuentra un oasis de ternura y en esa felicidad logre la iluminación para entender que hay amores que matan.
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