23 septiembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Álvaro, un septiembre que caminaba

Haga Click

Image Map

Por Oscar Domínguez G. (Foto)

No es por dármelas, pero tuve amigo, mecenas y cocinero propio de cinco estrellas. Era mi alma gemela. Hablo de Álvaro Vasco Reyes, fallecido en Medellín hace 26 años.

En los años sesenta, viendo que este aplastateclas no sentaba cabeza en Medellín me lanzó tremendo salvavidas: me invitó a vivir en su casa de Chapinero en Bogotá, comía en su restaurante Frutalia, de las 22 con 7ª, y me consiguió trabajo con salario de 900 pesos mensuales. Sí, 900. El billete alcanzaba hasta para sí fornicar.

Septiembre mes del amor y de la amistad, me trae siempre su recuerdo. En algún aniversario de su partida le escribí:

Alvarín: Finalmente, a Dios se le salió el acaparador que lo habita y te llevó el 27 de diciembre de 1999 para que le cocinaras en la fiesta de cambio de milenio. Los mejores bisturíes de la Cardiovascular encargados de hacerte el trasplante de corazón hicieron todo por mantenerte de este lado de los asombros. Pero donde manda capitán…

Siempre original, decidiste estrenar milenio con corazón nuevo. No contábamos – vos ni nosotros- que te tocaría estrenar corazón más allá del sol. Champaña Viuda de Clicquot para todas las mesas, fue tu pedido al llegar al cielo, tercer piso, ascensor, pabellón de los cocineros que ven un brócoli y levitan.

En tierra firme hiciste fácil el arte de cocinar. De paso, convertiste tu profesión de gourmet-gourmand en docencia permanente.

¡Cómo amaste tu oficio, viejo Álvaro de Jesús! Así tus palabras fueran más rápido que tu pensamiento, toda conversación tuya era una clase magistral de gastronomía. Era parte de tu ética. Hasta los meseros que te atendían en restaurantes de dedo parado agradecían tu certera cartilla gastronómica cuando les advertías que algo no estaba bien en el servicio.

La primaria gastronómica la hiciste con tus taitas. El bachillerato y la universidad los cursaste en Bogotá en restaurantes del Loco Horacio Jaramillo y Hernando Giraldo, como El Zaguán de las aguas, El Museo, Casa Vieja…

Redondeaste aprendizaje en el restaurante del Círculo de Periodista de Bogotá, CPB, donde te hiciste millonario en vales sin pagar y en tu propio restaurante, Frutalia, que convertiste en obligado punto de encuentro de la diáspora paisa en Bogotá. El restaurante “La tienda del vino”, en El Poblado, atendido por tu hijo Álvaro Sergio y su esposa Elizabeth, es la síntesis de todos tus negocios.

“Cuando un amigo se va…”, cantamos en tus exequias esos muchachos que compartimos contigo “salud, sonrisa, juventud y nada en los bolsillos” en nuestra jodentud de ron con Coca-Cola.

Como esos muchachos no fuimos profetas en Envigado, donde vivíamos, nos tocaba rebuscarnos amores zanahorios, de paseos de olla y fiestas siempre vigiladas por adultas mayores, en otras parroquias. Recuerdo a nuestras amigas de La América, Belén, Estadio e intermedias. De pronto nos vemos con el rabillo del ojo en algún cruce de caminos. Nos contamos las arrugas y seguimos el camino.

“¿Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos?”, habíamos cantado nostálgicos y desafinados vos y yo, a través del teléfono, cuando nos llamaste a contarnos que estabas feliz porque te ibas a someter a una operación de trasplante de corazón que finalmente no funcionó. Y le diste a Gloria las recetas para las cenas de navidad y año nuevo con la sugerencia del vino para no pecar a la hora de maridar.

“La soledad es un amigo que se va…”. Aunque pensándolo bien, don Álvaro, no hay vacíos porque nos quedamos con tu amistad, generosidad, integridad a prueba de balas, tu pinta que recordaba al cantante Harold, elegancia hasta para pelar un tomate, capacidad de trabajo y vitalidad desbordantes.

Fuiste un Brillat Savarin envigadeño para quien era más importante la creación de un nuevo plato que el descubrimiento de una nueva estrella. Tu pato a la naranja era para comer con los dedos.

Valió la pena vivir para ser tu amigo. Tu llama es de las que nunca se apagan. Dulce y gastronómico sueño eterno. (Nota pasada por latonería y pintura. Se publicó originalmente en El Colombiano).

Pies de Fotos 1: Con las amigas de la barra de la América.

Foto 2: Los dos amigos en La tienda del vino, en el Poblado