Por Carlos Alberto Ospina M. (foto)
El gobernante que traiciona a su gente en varias ocasiones utiliza los preceptos de ley, argumentando la necesidad de implementar medidas excepcionales para conservar el orden social o buscar el desarrollo de la nación. La deslealtad es una de las expresiones más bajas de la naturaleza humana, un gesto de crueldad e injusticia con la mayoría de personas que habitan el territorio.
Quien no cumple con la palabra atenta contra la dignidad, la credibilidad y la confianza representada en el voto libre y a consciencia. El engaño pone en riesgo la estabilidad institucional, la seguridad y la soberanía del Estado de derecho. El ardid de vender promesas, jurar en falso, abusar de la independencia de ideas e ignorar los principios elementales de coherencia, descubren la cara oculta del político en campaña y las diversas voces del ventrílocuo en ejercicio del poder. Una cosa es traérselas y otra muy diferente es salpicar de babas la naturaleza de la palabra empeñada.
¡Nada de sutilezas! El presidente Iván Duque y su partido, Centro Democrático, castizamente la cagaron con la presentación del Proyecto de Reforma Tributaria. ¿Dónde está el sentido democrático de una ley que atropella la seguridad alimentaria de los ciudadanos? (Lea la columna).
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