Por Jaime Jaramillo Panesso (foto)
Un arma de fuego es recogida del cajón del escritorio por su propietario, el ciudadano peruano Alan García. Pone la boca del cañón debajo del maxilar inferior y dispara una bala que destroza el cerebro. Los agentes de la Fiscalía, apresurados, recogen el cuerpo ensangrentado del expresidente García, lo trasladan a una clínica, la más cercana, pero allí muere. Los agentes tenían la orden de capturarlo, pero su presa les entregó el último oficio que les podía dar: el de enfermeros.
Alan García, de 69 años, se hizo militante y dirigente del partido APRA, Alianza Popular Revolucionaria Americana, cuyo fundador fue el abogado Víctor Raúl Haya de la Torre, que en las primeras décadas del siglo XX, recogió las aspiraciones de las nuevas clases medias que en Argentina se expresaba en Irigoyen, con la reforma universitaria de la Universidad de Córdoba, en Colombia con la corriente de Carlos Lleras Restrepo dentro del liberalismo. (Lea la columna).
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