
Por Enrique E. Batista J., Ph. D.
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Los importantes valores asociados a la práctica de los deportes y de otros medios de recreación están en riesgo de ser anulados por una serie de antivalores que se muestran de modo continuo.
Desde muchos años atrás, ha sido de muy alta preocupación alrededor del mundo los hechos impetuosos que se expresan en los eventos deportivos, en donde la violencia misma violenta altos valores humanos y aleja la opción del sano disfrute que debe tenerse alrededor de las prácticas deportivas. Muchos escenarios están marcados en las mentes de los ciudadanos como lugares prohibidos para el goce familiar o el sano esparcimiento de los niños, a quienes se le da ejemplos impropios, contrarios a los fines e ideales para que ellos crezcan en armonía, disfruten y reconozcan el valor de la actividad física en general, la cual se plasma en un uso apropiado del tiempo libre, en la recreación, en el deporte recreativo y en el de la alta competencia.
El movimiento es la vida. Cuando cesa el movimiento, ella se acaba. Los seres humanos y los animales existen con locomoción, precisan del movimiento para asegurar la existencia. El humano es un ser lúdico, un «hominis ludis».
Una de las manifestaciones del movimiento es el juego, y con éste y la recreación. Actividades que se observan también en los cachorros de variadas especies que juegan mientras ejercitan sus músculos y se preparan para enfrentar los diversos retos en la vida que exigirán que sus músculos estén debidamente fortalecidos. Pero también a partir de esos juegos construyen sus comunidades y, en muchos casos, son la base para el establecimiento de jerarquías en donde los más fuertes sobreviven, mientras que los débiles físicamente sucumben. Entre los humanos, con estos últimos, existen los sentimientos de misericordia, compasión, solidaridad y el ejercicio supremo de la educación para asegurar que todos desarrollen oportunidades para tener una vida sana y próspera.
Desde los tiempos más remotos de la humanidad, mediante una variedad de manifestaciones de fortaleza muscular o mental, surgió la recreación, luego consolidada como deportes. Estos no tuvieron en sus comienzos un carácter competitivo dentro del grupo y menos de enfrentamientos con otros clanes o grupos sociales.
En algunas culturas los juegos formaron parte de rituales religiosos, que en varias de ellas acababan con sacrificios cruentos de los jugadores ante los dioses, tal como ocurría en el juego de la pelota entre los aztecas. En todos los conglomerados humanos, siempre existieron las audiencias, los espectadores, que concurrían alrededor de los jugadores con el fin de dar preeminencia a los eventos, resaltar a los virtuosos y con ellos tener gratas experiencias recreativas estimulando el desempeño de aquellos que eran sus favoritos. Así, desde sus comienzos, la práctica deportiva ha sido una actividad social, un modo de acentuar lazos sociales dentro de sus comunidades. No existe el deporte modo individual, ya que asume la existencia de muchos otros con quien compartir o competir.
Por su facilidad de elaboración, abundante disponibilidad en la naturaleza y por ser fáciles de llevar, lanzar, patear o de circular, en los juegos deportivos ha predominado desde el comienzo la pelota como equipamiento central. Con el correr de los tiempos, dados algunos desarrollos en la aleación de metales, surgieron deportes con armas, como el caso de los espadachines o las justas entre caballeros de la Edad Media protegidos por cotas de malla. La elegancia y belleza de la esgrima es una recordación de ello. Antes del empleo de las pelotas, predominó la demostración de la fuerza física en carreras o en la lucha cuerpo a cuerpo entre contrincantes, presentes hoy en muchas de las expresiones del deporte competitivo. La fortaleza mental también es reconocida como modo de recreación y deporte competitivo, tal como se hace con el ajedrez.
Ganar en justas o juegos convertía a los ganadores en héroes reconocidos en sus respectivas comunidades. Conocido es que los griegos antiguos organizaron juegos con carácter competitivo para reconocer a aquellos de podían ir «más rápido, más alto y más fuerte», según la expresión y lema de los Juegos Olímpicos de era moderna.
A comienzos de la era cristiana adquirió fuerza de valor la locución «mente sana en cuerpo sano», para resaltar el necesario equilibrio entre lo corpóreo y la mente y el reconocimiento de que el triunfo se alcanza entre los humanos más con la fortaleza mental que con los músculos, lo cual configuró uno de los fundamentos esenciales de la práctica deportiva. Con el correr de los años, los deportes empezaron a ser reglamentados y a estandarizar sus prácticas para evitar ventajas innecesarias de algunos. Precisamente, por ello, todo deporte es reglado y está acompañado de un conjunto de valores que se expresan en las mismas reglas fijadas.
Los niños por instinto, o por herencia cultural, son «puer ludens», juegan. Lo que es parte de su dotación para formarse como humanos y para su integración a la familia y a las comunidades más amplias en las que vivirán. Sobre ese sustrato cabe, tanto en el hogar como en la escuela, el aprendizaje del uso creativo del tiempo libre, de las actividades de recreación y de la práctica deportiva, elementos necesarios y fundamentales para el progreso intelectual, social, afectivo y del desarrollo de la motricidad.
Una escuela sin juegos, sin espacio para la recreación, es escuela sin movimiento y, por lo tanto, muerta, sin vida. La recreación, el uso del tiempo libre y la práctica deportiva contribuyen a dar sentido a la escuela. La participación en actividades físicas, por razones obvias, deben realizarse con adecuada guía y supervisión para la adecuada formación en los valores que ellas encarnan, evitar lesiones, pero también posibles conflictos entre alumnos o participantes.
En las escuelas existe un proceso formativo, denominado usualmente como curso de «Educación Física», el cual es considerado, en el papel, como área fundamental y obligatoria, aunque con frecuencia, en la práctica, es considerada como una actividad formativa secundaria y con algún sentido amplio de minusvalía frente a campos formativos como en las ciencias y las tecnologías. A esta impropiedad se agrega la ausencia de maestros debidamente cualificados para educar a los alumnos en lo físico (de ahí, la denominación de «Educación Física»), en el cuidado de la salud y en las diversas manifestaciones de la actividad física para crecer y vivir saludable y con gozo. Es notoria, así mismo, la carencia de los espacios, recursos y medios en los ambientes escolares para alcanzar el pleno desarrollo físico, mental y social mediante la recreación y el deporte.
Se desconoce así la importancia de la salud física y mental. Por ello, siempre conviene retomar el dictum de «Mente Sana En Cuerpo Sano». Si la escuela abandona la formación en la salud y en el sano disfrute de la vida, está sacrificando uno de sus valores fundamentales: formar personas con sólido crecimiento emocional y físico y con un conjunto esencial de conocimientos, actitudes y valores sobre el cuidado del cuerpo; o sea la salud física, social y mental. Bien se ha indicado, desde la perspectiva del deporte, aplicable a otras formas de recreación y uso adecuado del tiempo libre, que: «El deporte no solo es un asunto de salud, también es una herramienta efectiva en la educación de los niños, pues a través de él se fomentan valores y habilidades de manera sana y divertida la activación de todas las funciones cerebrales que son indispensables para su desarrollo cognitivo general». Los principales beneficios del deporte se resumen en estos tres: Disfrutarlo, aprender con él y mejorar personalmente como individuo, más allá de las habilidades atléticas. (https://t.ly/t5g4b, https://t.ly/v_ALF, https://t.ly/C65tl).
Es por todos conocido que la práctica guiada y cuidada de un deporte y de las variadas actividades físicas es beneficiosa para la salud, porque facilita la integración de los aspectos social, emocional y físico, indispensables para el bienestar humano. Se desarrollan, así mismo, la disciplina, el compromiso personal, el trabajo en equipo, el sentido de pertenencia, la tolerancia a la frustración, la responsabilidad frente al equipo; se reducen los riesgos de enfermedades cardiovasculares, del sedentarismo y de la obesidad; se disminuyen los niveles de estrés, y se fortalece el sistema inmunológico. A todos estos, se suman la formación en los valores del respeto, la tolerancia, el rechazo a la violencia en cualesquiera de sus formas y a las distintas formas de discriminación, (https://t.ly/ljb7g, https://t.ly/PcGvu). En el fondo: juego limpio, práctica deportiva sana, preservación y fomento de los valores que encarna la sana recreación y la práctica deportiva, lejos de la violencia, del triunfo a toda costa, de las apuestas ilegales, de los arreglos de partidos y demás comportamientos que, como antivalores, evitan que disfrutemos todos una vida llena de sanas emociones y de ricos y dulces momentos.
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