30 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: Apostaron mal @eljodario @AlvaroUribeVel @SoyConservador

 

Por Gustavo Alvarez Gardeazábal (foto)

Tanto Duque como los indígenas apostaron mal. El presidente dijo que no iría a conversar con la Minga hasta que no levantaran el bloqueo. Los indígenas dijeron que si no les daban miles de miles de millones de pesos no levantaban el bloqueo. El presidente cedió a la extorsión y por 800 mil millones levantaron el bloqueo. Pero perdieron los dos, el gobierno y los de la Minga. Y perdieron porque la sensación nacional de Duque negociando encaprichado la ha criticado hasta el expresidente Uribe con unos trinos agresivos. Y, salvo para algunos duquistas (exuribistas), la imagen de flojería, de falta de pantalones y de dejar crecer los problemas le va a costar mucho trabajo quitársela de encima.

Pero también perdieron los indígenas porque no solo lograron despertar el racismo de muy buena parte del país sino que su imagen quedó deteriorada. La convicción que hoy tienen la mayoría de los colombianos de que son dañinos y malignos para el país no se las va a quitar el paso del tiempo. Con un agravante, se dejaron radiografiar en público y aparecieron demostradamente como los nuevos latifundistas del Cauca, lo que contradice su batalla por la tierra.

Dos hechos empero resultaron fulminantes para que tanto gobierno como indígenas entendieran que apostaron mal. El enfrentamiento a que finalmente  llegaron las protestas en las calles de Popayán así no hubiese sido espontáneo sino promovido, tratando de tomarse y dañar las oficinas de las organizaciones indígenas. Y el acto romántico e idealista de los capuchos de la Universidad del Valle, (que el imaginario popular confunde con los mingueros), quienes disparando una bazuka al helicóptero llenaron de pánico a los unos y a los otros les hizo entrar en razón de la equivocación de seguir apostando en una mesa de juego que todo el país estaba monitoreando.

JENNY

Nunca lo podré olvidar. Eramos muy niños pero fue demasiado impactante. Amparo Uribe Arango, la señorita Antioquia, que había sido elegida “Princesa del Mar” en el  reinado de Cartagena en 1949 se casó con Eduardo Sarmiento Lora, el hijo menor y el contemplado del rico del Centro de Valle. Como regalo de bodas le obsequió a su mujer un Cadillac convertible aguamarina, que solo veíamos en las películas cuando los manejaban los millonarios del Hudson. Amparo se paseaba en él  por las calles de Tuluá, revestida de pava y guantes blancos hasta los codos, una traje straple y un par de lunares, uno en la cara y otro en la espalda, que nunca supimos si eran de verdad o se los pintaba para parecerse a María Félix.

Viendo por estos días a Jenny, la hija de Ambuila, el empleado de la DIAN de Buenaventura, que se daba lujos comparables en las calles de Miami montando un laborgini convertible, pienso en los límites de la vanidad femenina que nunca permite timbres de alarma cuando se sobrepasa. Amparo Uribe creyó que la pobresía o las señoras de Tuluá no se iban a ofender. Jenny Ambuila estaba convencida que los gringos no vigilan cualquier gasto o consignación mayor a 10 mil dólares. La “reina del mar” no estuvo enterada que en Tuluá la detestaban por ostentosa y cuando Eduardo, gocetas y mujeriego la dejó, nadie osó defenderla o echarle la culpa al libidinoso heredero de los Sarmiento.

Por estos días es igual. Todos le echamos la culpa del desfase de Ambuila a la pretenciosa de Jenny, no a la picardía de su progenitor, que estuvo amparado siempre por la mafia de la Dian y la Polfa, a los que nadie se atreve a tocar o tan siquiera a hurgar en sus procedimientos porque son una familia más numerosa y poderosa que los morochos Ambuila de Buenaventura y no se dejará arrebatar los privilegios que el uniforme y la osadía bien administrada les permite.

@eljodario