@eljodario
No creo que exista otra palabra que haya sido tan eterna en el lenguaje y, al mismo tiempo, haya resultado capaz de haberse adaptado a toda clase de direcciones, ventarrones, huracanes o, metodologÃas como la palabra cambio.
Desde épocas muy remotas la humanidad ha llamado cambio a todo giro en la dirección que se lleva. Pero también cambio ha significado modificación, ya sea de actitudes, de pensamiento o de manera de obrar. Ha habido entonces sitios o sociedades donde se producen y permiten toda clase de cambios y civilizaciones enteras donde no se ha dejado cambiar ni las costumbres ni las creencias por siglos.
Por supuesto, la palabra cambio ha sido enarbolada como bandera polÃtica o económica y se ha abusado tanto de ella que finalmente los que llegan al poder en su nombre terminan siendo los más rÃgidos defensores de la posibilidad de trocar y les abren paso a los totalitarismos.
Las religiones, camuflando siempre sus verdaderas intenciones de explotación han pretendido invertir el avance del mundo injusto y cruel por uno en donde solo exista la justicia y la felicidad. Por supuesto, todos han fracasado porque no hay nada más engañoso y traidor que el cambio. Pero, asà y todo, la humanidad no ha borrado de su lenguaje la palabra cambio y sigue explotando con ella la posibilidad de una redención que el desequilibro social, económico y, sobre todo de conocimientos, lleva es a generar la envidia y la venganza y a convertir en motor del desarrollo el resentimiento, aunque nunca jamás se diga o se admita.
Por estos dÃas Colombia está presenciando el espectáculo cinéfilo de la explotación de las voluntades detrás de la palabra cambio. La ilusión todavÃa funciona en un paÃs como el nuestro en donde pese a que hemos matado a tanta gente para dizque garantizar el dominio de unos sobre otros y, actuando como vengadores satisfechos, hemos terminado siendo nada más que miserables con nosotros mismos.

Impedir que la gente no crea en ese cambio es truncar el impulso que nuestros errores históricos nos han dado y puede resultar mucho peor que dejarlo avanzar, asà al frente sepamos todos que tenemos el abismo. Hemos matado tantas veces la esperanza que quizás volverla a asesinar resulte igual que no hacerlo.
Más historias
Crónica # 1204 del maestro Gardeazábal: Las ideas pereirutas
La ineptitud patente de Gustavo Petro
Crónica # 1203 del maestro Gardeazábal: Leer va a pasar de moda