https://paideianueva.blogspot.com/
Por Enrique E. Batista J., Ph. D. (foto)
Vivimos en 2021 una campaña electoral que ofrece a la sociedad, en especial a los más jóvenes, un postre de mal comportamiento muy tóxico.
¿Para qué queremos vivir como parias en medio de una toxicidad imperante, promovida desde los espacios que la democracia ofrece a quienes aspiran a los más altos cargos de la Nación?
Las nuevas generaciones caerán en el desencanto, no aceptarán los virulentos y mal educados comportamientos que ven, observan y analizan. Buscarán ellos y promoverán, con su Ãmpetu juvenil y transformador, opciones y caminos diferentes para construir un futuro a su manera, lleno de seguridad y prosperidad.
Es preciso reconocer que toda acción polÃtica educa o mal educa. De eso tienen que ser conscientes quienes aspiran a los cargos públicos de elección popular y, a la vez, que todos los ciudadanos asuman conciencia de ese hecho como personas que exigen el cumplimiento del principio de la democracia denominado «rendición de cuentas», con clara y precisa demostración de los avances para la construcción de una sociedad igualitaria.
En su actuar en las campañas polÃticas, muchos son los que no reconocen que con su comportamiento agresivo mal educan y destruyen los fundamentos de la democracia, de la concordia y de las sanas relaciones humanas.
Conviene como propósito formativo esencial en la formación escolar que niños y jóvenes vean, perciban y analicen las acciones de candidatos, que desde las diversas vertientes ideológicas expresen los valores que son de la esencia de la democracia y no un conjunto de antivalores con la intención de polarizar a los electores y obtener réditos electorales, no importándoles las heridas que se causen y se mantengan mucho más allá de los comicios.
Frente al sano ofrecimiento de alternativas de gobierno y de claras, realizables y fundadas soluciones a los centenares de carencias que se tienen en estas sociedades desiguales y excluyentes, muchos han optado por circular por los atajos de la democracia, conduciendo a la sociedad hacia los abismos del enfrentamiento, sin fundamento, entre los ciudadanos.
Con reiteración, se viven campaña en donde se instigan las emociones más enfermizas y enervantes. Por ello, caben otras preguntas: ¿Cómo educamos a los niños y futuras generaciones en la democracia, si lo que estamos observando es una degeneración de la misma?, ¿Cómo educar a niños y futuras generaciones con el ejemplo si buena parte de los que aspiran a conducir un Estado e integrar a la Nación tienen ausentes y no practican las normas de urbanidad de la moral y la ética, y las reglas del buen comportamiento cÃvico?
A todos debe resultar claro que uno de los eventos representativos de la democracia, el electoral, está llenó de conductas nada cÃvicas, con nada de urbanidad y ausencia de formación ciudadana para la valoración de propuestas polÃticas.
Procesos electorales que, como respeto a los sufragantes y a la ciudadanÃa en general, deben estar regidos por la promoción de la autonomÃa, moral, cognitiva y afectiva en cuanto a la vivencia de los asuntos y polÃticos.
La democracia es dulce, difÃcil de construir y mucho más difÃcil de preservar. Campañas electorales tóxicas llevan a una forma pervertida de ella inoculada con toxicidad virulenta, la que no se puede ofrecer en los procesos formativos de los niños y jóvenes, ni a la ciudadanÃa general ávida de civismo elevado, de cumplimiento, sin escamoteo, de las normas de urbanidad.
Una sociedad en donde imperen, también en las campañas electorales, los buenos modales. En la vida civil los ciudadanos construyen la democracia. Los eventos electorales (que son parte de ella, más no única), convocan a la ciudadanÃa a construir con sus gobernantes elegidos democráticamente el progreso colectivo y mejorar la sociedad imperfecta.
Erigir y cimentar una democracia abrigadora de esperanza y creadora de oportunidades abiertas para todos, sin discriminación, ni exclusión. Una democracia en la que se construye un Estado garante, de derechos y de los obligados deberes de todos. Deberes para la sociedad, para organizarse y participar democráticamente, sin violencia verbal, ni de la otra, deberes frente a los demás y ante sà mismos, deberes frente al medio ambiente y preservación de la biodiversidad y de la multiplicidad de culturas presentes en la Nación.
SÃ, una democracia para el bien común, no para un sector social o una determinada agrupación polÃtica; una democracia de acciones transparentes que eviten la captura del poder estatal para beneficio económico de unos pocos.
Una democracia donde la convocatoria a elecciones esté recorrida de sanidad y no de toxicidad que desmiente o desfigura, ante la ciudadanÃa, el ser esencial de ella, la cual radica en el conocimiento y análisis de propuestas programáticas y no de insultos, difamaciones, ataques aleves mutuos, en donde los agresores y sus seguidores maquinan para que triunfe aquel o aquellos que desplieguen la mayor alevosÃa contra los demás candidatos.
Es preciso acabar, mediante organización y participación, con los procesos de elecciones en donde el juego sucio se convierte en la muy tóxica cotidianidad de virulentos ataques, en lugar de la merecida, y deseada por la ciudadanÃa, expresión clara y fundada de propuestas. Existe una tarea de todos para superar esa toxicidad que, con carácter de metástasis, llenan y enferman a las redes sociales y otra variedad de espacios.
Toxicidad que asfixia a la ciudadanÃa que, con la participación de muchos medios de comunicación, tuercen hechos y verdades con la insana intención de influir sobre la población acorde con sus intereses comerciales y polÃticos.
Son medios de comunicación más amigos de Platón que de la verdad. A este panorama se suman las encuestas, las que el común de la gente estima que sirven de base para incrementar la toxicidad y la indebida confrontación personalista en lo que debe ser un pacÃfico y limpio ejercicio de ellas.
Con organización y participación se construye el ejercicio democrático que no destruye la confianza de los ciudadanos en el Estado de Derecho, con el respeto mutuo que es base para que haya justicia social, libertad, igualdad, tolerancia, promoción y defensa de los derechos humanos, y pluralismo.
La participación es un elemento clave del sistema democrático, pues gracias a ella el poder reside en la capacidad transformadora del voto como expresión de la manifestación de la soberanÃa popular, base del valor fundamental de la libertad: de expresión, de pensamiento, de reunión, de asociación, de manifestación pacÃfica, de sufragio libre y limpio, de respeto y de tolerancia para la construcción de la igualdad y superación de la inequidad, dado un pleno respeto a la dignidad de cada persona. (https://rb.gy/5utrnj).
Un proceso electoral recorrido y abundante en toxicidad es muy mal ejemplo, como se señaló arriba para niños y jóvenes, que son muy mal influenciados, mal formados, muy mal educados en los supremos valores de la democracia, entre ellos su reconocida valÃa para el progreso y las relaciones pacÃficas y solidarias entre todos.
¿Cómo podemos enseñar y construir democracia en las instituciones educativas, si desde las campañas electorales se enseña con el mal ejemplo? Hemos venido observando, viviendo y sufriendo un proceso electoral que, por su creciente toxicidad, no pueden, con razón, niños y jóvenes entender o verse reflejado ahà como futuros ciudadanos que amen y defiendan la siempre valiosa y siempre débil democracia.
Bien es sabido que en el mundo se erosiona la democracia, que ha crecido la desilusión ciudadana y el número de personas que ingresan a grupos y partidos populistas y radicales. (https://rb.gy/aj5nzs). Se recordará la sentencia de Winston Churchill: «La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás». Nos compete a los ciudadanos construir para niños y jóvenes una democracia dulce y lejos de la toxicidad que practican y pregonan algunos. Toxicidad que enerva a las mayorÃas y que envenena a la democracia.


Más historias
Se agrava el estado mental de Petro
Crónica # 1241 del maestro Gardeazábal: Las batallas imposibles se pueden dar
Las quimeras de Mamdani vs. las realidades de Cuomo