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Por Saúl Hernández BolÃvar
La izquierda recalcitrante espera como ave carroñera que el proyecto reviente y ocasione miles de vÃctimas.
En Colombia mueren 6.000 personas en accidentes de tránsito cada año y en el mundo, 1,3 millones. Y más del 90% de los casos se deben a falla humana. Con la conducción autónoma solo habrÃa 100 o 200 muertos en Colombia y no más de 50.000 en el mundo. Sin embargo, se prevé que las polémicas y reclamaciones se incrementarán de manera ostensible como si consideráramos normal que un conductor ebrio ocasione la muerte de una familia entera e inaceptable que el sensor de un vehÃculo no detecte a tiempo a un niño que corre tras un balón.
Algo similar puede ser lo que está ocurriendo con la construcción de la mayor central hidroeléctrica del paÃs, Hidroituango, que proveerá el 17% de la demanda nacional. El proyecto ha estado desde abril en el ojo del huracán por una crisis ocasionada a raÃz del cierre precipitado de los túneles de desviación del rio Cauca —el segundo mayor de Colombia— y de un derrumbe, casi simultáneo, que taponó el túnel auxiliar de desviación, quedando la megaobra en un trance de cuyo desenlace aún no hay claridad.
No obstante, Hidroituango puede ser un caso excepcional de responsabilidad empresarial en el planeta. Su constructora —y propietaria del 46%— es la estatal Empresas Públicas de MedellÃn (EPM), galardonada como la «Empresa del Siglo XX en Colombia» y reconocida por prestar servicios (energÃa, agua, gas) con estándares de calidad del primer mundo. (Lea la columna).
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