
Por Jaime Pérez
Vivir con una causa
es darle contenido a la
vida. Pepe Mujica.
Lo conocí en el Departamento de Catastro, Secretaría de Hacienda del municipio de Medellín, por allá en los años 1975, 1976 y 1977. Los dos, ese hombre probo, y yo, trabajábamos en la sección de avalúos y registros en la parte de atrás de lo que hoy es el Museo de Antioquia, antiguo Palacio Municipal. El trabajo era arduo y muy delicado, y a la vez, y por ello, se prestaba para actos fraudulentos por aquello de tasar los precios de todas las construcciones y tierras de la ciudad, valores con los cuales se estimaban los impuestos que deberían pagar todos los propietarios de bienes inmuebles de Medellín.
Serio en su hablar, grande en sus silencios y destacado en su presentación personal. Sumemos entonces, y el resultado es: ¡Todo un señor! ¡un señor con causa! Como puede observarse, no le quedaba grande el título de “Don” como antesala de su nombre de pila, y así lo traté siempre, como el gran caballero que era, como Don Absalón Jaramillo, mi amable y muy recatado compañero de trabajo.
Era un hombre de ideas, nunca de ocurrencias. Lo recuerdo comentándome cómo haríamos mejor nuestra labor de evaluadores, para que los importes asignados a los predios y construcciones fuesen más equitativos y más justos. Si tenía ideas, era porque pensaba con el cerebro, pues las ocurrencias pertenecen a otras zonas netamente materiales de la naturaleza humana.
Tenía la conciencia del bien, la virtud de un gran padre de familia y la moralidad de lo que debe ser el mejor empleado al servicio de una entidad oficial. Lo tenía todo para triunfar en la vida, y a fe que lo logró.
Delicado hasta para los informes escritos que debía presentar por sus labores; esmerado como el que más y cuidadoso en su ortografía, también en sus valores estéticos.
¡Un gran hombre! ¡un gran señor!
¡El gran servidor oficial!
¡Mucho aprendí de él!
En este marzo 2022 se nos marchó.
¡Gracias por tu honradez!
¡Gracias!
¡Muchas gracias!
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