
Por Carlos Alberto Ospina M.Â
En el ámbito de lo habitual ¡qué difÃcil es aligerar el oÃdo! despojándose de cualquier prejuicio, lectura intelectual, posición ideológica, concepto estético o patrón de comportamiento. De alguna manera las apreciaciones, los sentidos corporales y las emociones giran en fracción de segundos, cambiando el foco de interés mutuo. Unas veces discutimos sobre incoherencias y en otras ocasiones, recobramos la lógica.
No existe disyuntiva entre proceder bien o mal. Cada quien ve la hecatombe, en vez de un beso furtivo; lee cuantos libros puede para atiborrar historias exóticas; inventa razones en apoyo de una decisión irreflexiva; se las compone con el fin de cumplir indudables requisitos de presentación atinada; avanza con lo que provoca pasión; muestra extrañeza por aquella sinfonÃa que induce a reaccionar y vuelve en sà después del letargo para enfrentarse a los escenarios diversos e inimaginables.
Hay gente que adopta una posición cómoda que distorsiona el sentimiento de identificación con el otro. La indolencia ata la soga al cuello de la opinión acerca de las cosas disimulas y pone en el limbo la debida relación de los contenidos diarios. La acción normal de conversar no es carta de garantÃa de saber al dedillo ni guÃa mÃstica para evitar el último trance. El lenguaje consecuente, el de los ojos, el codificado y el oculto; al cabo de cierto lapso, sirven de advertencia.
A lo largo del tiempo disparejos personajes dejan de lado los temas relacionados con la complejidad, la igualdad y el derecho legÃtimo de razonar acorde a las fases sucesivas e irregulares de la evolución de cada cual. En ese caso, se trata un simple asunto de respeto y de vivir con libertad, puesto que el gozo y los asuntos impropios acompañan el almÃbar del deseo y la sal encima del arrepentimiento. No perderás por eso el giro de la amante confundida.
Muchos son de gatillo fácil para juzgar a modo inconveniente la apatÃa, como si nada pasara enfrente de sus ojos. AsÃ, los incontaminados confunden el silencio reflexivo con obscenidad. En conjunto, lejos está la capacidad de predecir la forma de responder, al segundo siguiente, por estricta cuestión del azar y de sentido común. El riesgo mismo habita en el reloj de arena, cuando cae el soplo de vida, no todo es igual, conforme a las prácticas establecidas.
A favor de la inteligencia debe jugar la comprensión de los intereses disÃmiles con el objetivo de no exceder el lÃmite de las conveniencias personales ni ultrajar la opinión ajena. Por consiguiente, somos la suma de entes densos e inconsistentes alrededor de la diversidad propia de la raza humana.
No es echando inmundicias fuera ni lanzando piedras, el modo de ilustrar el inconformismo y la posición juvenil comprometida; al contrario, ratifica la falta de evidencia de algo que se venÃa sospechando: la imposibilidad moral de esa pretensión ideológica.
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