27 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Astucia y destemplanza

carlos alberto

Por Carlos Alberto Ospina M. 

La estridencia y la estupidez son tan similares que estorban en cualquier contexto. Los autoproclamados “progres” no saben defender las ideas, sino que las escupen, con el agravante que exigen que los demás se traguen el vómito ponzoñoso. 

Con rapidez pasan de la discordancia entre pares, a la contradicción ideológica, la cual no encuentra mecanismos válidos ni legítimos para sustentar las propuestas anárquicas, los actos constantes de corrupción y las acciones violentas que los involucran en la desestabilización del país. A propósito, el Estado de derecho es lo que menos les interesa, por lo que toca al objetivo de la toma del poder “cueste lo que cueste” y caiga quien tenga que desfallecer a los pies de los narcisos del momento. 

Salpicados, de un golpe, lanzan cortinas de humo, aceitan las bodegas de falsas noticias, asumen la posición de víctimas a pesar de la falta de evidencia moral, justifican la estafa a causa de las supuestas campañas de desprestigio, validan el patrimonio mal habido y los gustos extravagantes. A un tiempo atacan al capitalismo “salvaje”, siendo, quizá, más bestiales que aquellos que consiguen dinero en el mercado legal de libre circulación de mercancías.  

Estos solapados se jactan de poseer varias obras de artes, mansiones ubicadas en paraísos tropicales u otros lugares de evasión fiscal; relojes y yates de miles de dólares; alardean de la diversidad de género y consumen alucinógenos sin recato alguno; y para colmo de males, dicen que no tienen cómo pagar las deudas adquiridas. Pobres para cumplir los contratos de diversa índole y soberanos para mirar la paja en el ojo ajeno… No hay por dónde agarrarlos. 

Dicen defender los principios esenciales de la democracia y respetar la diferencia de criterios; no obstante, menosprecian la opinión contraria a su dogma incivilizado. Los ‘de ideas avanzadas’ miran con desdén todo aquello que no salga del santoral alborotador. A punta de represión e insultos pretenden invalidar la oposición. Administran tan mal el poder que encarcelan, torturan, o desaparecen a quien cuestiona la ineptitud del régimen socialista, no importa si es de este o del pasado siglo, menos sigue siendo escasez.  

Envalentonados en función de los aires de insatisfacción, el ruido escénico, la retornante lucha de clases, el disimulado brazo armado de la primera línea, la camaleónica posición de algunos jóvenes y la perpetua la codicia; creen levitar sobre las mieles del poder, invitando a pactos pegados con mocos que, de históricos, solo tienen las ambiciones y las maquinaciones internas de cada movimiento. Dentro de ellos aparentemente se “dan duro” con el fin de lograr exposición mediática, provocar la habladuría política en tono disonante y figurar a cualquier precio; es decir, “que hablen, aunque sea mal”. Todos los ególatras de ese tipo se creen presidenciables, incluso de la asociación de verduleras, ¡qué pena con estas luchadoras!, combinadas con tan bajo mundo de aprovechados.  

Los agrandados fustigan el pasado macabro del contrario y por arte de magia, ¡o de fuego!, intentan desaparecer el arsenal de delitos de lesa humanidad y con todo eso, la responsabilidad que les compete en la continuidad del conflicto armado y de la violencia que sufre Colombia.  

Pasar por el coladero de la amnistía, el indulto, la desmovilización, la deserción o la justicia transicional; como desee llamarse, puede llevar a suspender o conmutar condenas, pero ¡jamás!, borrar los delitos atroces y la violación de los derechos humanos. Ahí está el meollo de la hipocresía de unos y de otros, creerse de mejor linaje, siendo bandidos vestidos con corbata y muy lejos de responder como gente de paz.  

¡Quién es, no deja de serlo! Así guarde los billetes en chuspas, organice “vacas” para financiar el vandalismo, desplace miles de familia para controlar las rutas de drogas, destruya estaciones de transporte público, haga parte del cartel de la toga, desautorice el accionar de la fuerza pública en la Capital de la República, financie falsos testigos, divulgue contratos de confidencialidad que ponen en riesgo el derecho fundamental a la salud u obtiene tecnología de vigilancia en tiendas virtuales; soborne a funcionarios o adjudique contratos oficiales a sus familiares; entre otras prácticas inmundas, ninguno de ellos puede abrogarse la honorable autoridad de adalid de la verdad. Menos incontaminadas están las plantas de tratamiento de aguas residuales que, estos individuos, que por donde se olfatee, apestan a deshonestidad.  

Enfoque crítico – pie de página. Derecha e izquierda laven la ropa sucia en casa. Maluco ver colgado un bóxer con la rayita oscura en el medio. Difícil averiguar quién se limpia con la prenda de otro en el momento en el que lleva la soga al cuello de un pasado tenebroso. Nos espera una campaña presidencial de pura fiebre del negocio electoral y político.