Mantener en la ilegalidad a Uber y Cabify es una decisión polÃtica. No hay argumentos legales para impedir su inscripción en un Estado de Derecho que tiene como columna vertebral la libertad de empresa. SerÃa como ilegalizar a Netflix para no afectar a Cine Colombia o impedir la operación de Amazon para no lastimar a almacenes Éxito.
En su afán de mantener el estado de cosas reinante, a las autoridades no se les puede ir la mano. Homicidas, violadores y corruptos están en la calle o, si acaso, tienen casa por cárcel con condenas leves. En cambio, el Estado condena a conductores de Uber y otras modalidades a la pena mayor de 25 años de ostracismo económico. Porque la suspensión de licencias de conducción por 25 años es una cadena perpetua que, además, limita libertad económica, pilar de la Constitución PolÃtica, y vulnera el principio de igualdad.
La prohibición de las plataformas digitales que sirven al transporte de pasajeros vulnera el derecho a la igualdad y lesiona derechos de los consumidores a quienes se coarta la libertad de elección.
La gente sabe que en diciembre, de noche y cuando llueve, a los taxistas hay que rogarles para que hagan una carrera y no se conmueven por nada. En estas circunstancias, bienvenidos Uber y similares.
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