3 diciembre, 2025

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Crónica # 1258 del maestro Gardeazábal: Hugo. El último nachista

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Gardeazabal

@eljodario

El doctor Ignacio Cruz Roldán, bacteriólogo de profesión, fue el gran jefe liberal de Tuluá. El hecho de haber sobrevivido a los balazos que le pegaron en su cara por haber firmado la carta contra El Cóndor, que publicara El Tiempo en 1955, le dotó de una aureola de mártir y como no se fue de Tuluá y jamás perdió la capacidad de afecto que tenían los buenos líderes de antaño, se consolidó con su grupo político hasta volverse más que respetable en una época de afugias parroquiales.

Llegó a ser senador, pero como nunca dejó de hacer favores, pudo conformar un equipo humano de solidarios que le acompañaron hasta en su jubilación. Como secretario perpetuo de sus huestes siempre estuvo a su lado Hugo Bolívar Hinojosa, el hijo de Simón, el pintor de brocha gorda que blanqueaba todas las casas de mi infancia. Hugo, en tal condición, pero fundamentalmente porque a más de leer con voracidad hurgó con tino la historia liberal del Valle y escribió varios ensayos y columnas sobre sus actores en el siglo XX, fue adquiriendo la dignidad y el respeto de un maestro de juventudes que se apoyaba como pocos en su propia experiencia de testigo de aquellos momentos políticos.

Exaltado como doctor Honoris Causa de la Uceva ejerció la cátedra hasta el final de su vida pero sin olvidarse ni por un segundo que había sido y sería siempre el secretario de un movimiento liberal parroquial que exageradamente llamaron el nachismo internacional. A él acudí muchas veces para refrendar la historia o refrescar sus vivencias.

A su humildad y sapiencia Hugo unió un pragmatismo prudente que le permitió sobrevivir hasta en los más duros trances de las interminables guerras tulueñas y poder volverse el consejero mayor de muchas instancias. Yo, que aprendí de política al lado de Nacho Cruz Roldán, inclino muy afectado mi cabeza ante el féretro no solo del último militante del nachismo liberal de mi pueblo, sino del amigo que tanto me quiso y me defendió con vehemencia.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal