Por Oscar Domínguez G.
Ya que “los hermanos pudientes del norte” como llamaba el general Torrijos a los gringos están hoy jueves de mucho Día de Acción de Gracias, aprovecho para dar algunas.
Gracias a la vida que no me lo ha dado todo. Me quedaría sin agenda. ¿Qué tal este pecho vendiendo sus libros por millones y millonas? Me aburriría de lo lindo en el frío Estocolmo recibiendo el Nobel de Literatura en una de esas noches eternas de diciembre, viendo pasar valquirias imposibles y desdeñosas. No, como vamos, vamos bien. Soy un aguafiestas que nunca dice: que se cumplan tus sueños. (A “prosópito”, ¿qué pasa con los civilizados suecos que andan vendiendo armas para que nos matemos lejos de su ego? ¿Acaso tienen el almuerzo embolatado?)
Vivo eternamente endeudado con esa acuarela llamada Versalles, corregimiento de Santa Bárbara. En la huerta de nuestra casa versallense desperté a la vida a los tres años. Miro alrededor y lo primero que veo es un espantapájaros. Hubo amor a primera vista entre la vida, el espantapájaros y yo.
En mi mesita de noche voy rotando personajes que me han dado una mano. Una de ellas es la señorita Esilda quien me enseñó las vocales y consonantes. Completó la tarea iniciada por doña Geno, mi madre, quien me instaló la música del alfabeto en el disco duro. El anacobero Daniel Santos también ha pasado por la mesita. Lo conocí en su última visita a Bogotá. Le “ordené” al fotógrafo de Colprensa que me tomara hartas fotos con quien le puso banda musical a mi niñez. ¿El poder para qué? (Foto 2).
Gracias doy a mis maestros que hicieron todo lo posible por desasnarme. No lo lograron. Mi diploma de periodista es el tres raspao en literatura que me puso el profe Elkin Restrepo en la Universidad de Antioquia. Eso sí, tengo diplomas de campeón de ajedrez. El fútbol que practiqué en los potreros de la comuna nororiental, no me alcanzó para ser interior derecho ni aguatero del Atlético Nacional. Con el sol a la espalda sigo disfrutando de ambos deportes. Agradecido muy.
Si el papa de Roma, so pena de excomunión me exige que defina la nostalgia le diría: Yo conocí de niño el puente de Occidente. Y lo invitaría allí con todo pago, incluido el papamóvil. A mis cuatro nietos los llevé en una ocasión para que conocieran la belleza. Todavía veo navegar Cauca río abajo a un boga en su pequeño trasatlántico de pedal: su canoa. Tengo un óleo (foto 1) del puente pintado para mí solito por Gloria quien me monitorea desde más allá del sol que perseguimos durante 57 años.
Mi primer oficio remunerado fue el de voceador de periódicos. Vendía El Colombiano y El Correo los domingos en el municipio de La Estrella. Suelo repetir que el periodismo me entró por el sobaco donde ponía los diarios. Desde entonces “trabajo” para este periódico. Si pidiera las cesantías con retroactividad a esa época, quedaría de accionista mayoritario. (Tranquilos, los ratificaría a todos).

Pies de fotos: 1.- Óleo del puente de Occidente de Gloria Luz Duque(odg)

2.- El Jefe Daniel Santos y este aplastateclas en el camerino del Coliseo Cubierto El Campín. (Miguel Gota Menéndez, de Colprensa).


Más historias
Crónica # 1254 del maestro Gardeazábal: Café dieta de bebé
Pereira Diversa celebró la 3ª. edición del Galardón Brillantes
Crónica # 1253 del maestro Gardeazábal: Los cucos rotos del Gobierno