23 noviembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La Evolución de la crueldad

Haga Click

Image Map

Por Jorge Mario Gómez Restrepo* 

Por estos días retumba la noticia del “Safari Humano” en Sarajevo. Turistas adinerados viajaban a la capital de Bosnia en 1995 y, apostados como francotiradores, pagaban entre 80.000 y 100.000 euros por la experiencia de cazar a niños y adultos.

Esta escena de cacería humana, impensable y cruel ha salido a la luz gracias a la investigación de la Fiscalía de Milán, a cargo de Alessandro Gobbis, tras la denuncia del periodista Ezio Gavazzeni. Se investiga homicidio voluntario bajo acusaciones de crueldad y “motivos abyectos”, es decir, matar con una crueldad agravada, buscando impedir que, tres décadas después, estos crímenes queden en la impunidad.

Hace 30 años, en una de las mayores atrocidades que recuerde Europa desde El Holocausto, los Balcanes ardían en una guerra de “limpieza étnica” que dejó más de 130.000 personas muertas y 4 millones de desplazados entre 1991 y 1999, desintegrando a Yugoslavia, conformada para ese entonces por varias repúblicas: Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Montenegro, Eslovenia y Macedonia. Pero lo que distingue a este “safari” no es solo la violencia, sino la frialdad de la transacción.

¿Cómo llegamos a tal degradación? La respuesta sigue estando en Hannah Arendt y su “banalidad del mal”. Esos turistas eran personas ordinarias con privilegios extraordinarios, inmersos en una “pura y simple irreflexión”. Vivían una inversión moral absoluta donde el civil no era una víctima, sino una presa despojada de condición humana.

Ese vacío ético que describió Arendt no desapareció, solo cambió de forma. Hoy lo administra un software.

Es aquí donde el pasado y el presente se encuentran con una fuerza aterradora. Esa desconexión moral que permitía disparar por diversión en 1995 hoy ha mutado hacia una nueva forma de burocracia, decisiones tomadas por software que reemplaza la deliberación humana. Hoy los ejércitos confían en algoritmos que clasifican personas como “amenazas” en segundos, sin comprender nada de su humanidad.

Si ayer la distancia la ponía la mira telescópica del rifle y el dinero, hoy la pone la pantalla. En los conflictos modernos, la burocracia humana es reemplazada por el software. Cuando la decisión de matar se delega a un algoritmo que identifica objetivos, el operador humano encuentra una coartada perfecta que ni siquiera el turista del safari tenía, la asepsia tecnológica. La tecnología no borra la responsabilidad, la esconde. Detrás de cada decisión “automática” hay una decisión previa de un ser humano.

Para los softwares que dominan las máquinas en las guerras modernas, el lenguaje no es “matar” ni “asesinar”, es “neutralizar amenazas”. Y allí puede que la conciencia humana sea un obstáculo para alcanzar el objetivo.

El riesgo ético ya no es solo la evasión de responsabilidad legal, sino la atrofia de la empatía. La tecnología actúa como un anestésico moral. El turista dirá que pagó por un servicio para reconocer un objetivo, el operador dirá que no programó el sistema ni apretó el gatillo. Pero el remordimiento y la duda son inherentes a la condición humana y no pueden descargarse en la lógica de una máquina.

Lo que nos enseña Sarajevo es que el mal no necesita monstruos, solo distancia e indiferencia. Sea con un rifle o con un dron autónomo, cuando la conciencia humana se vuelve un obstáculo, la barbarie se normaliza. La responsabilidad, al final, siempre debe ser nuestra. La advertencia está dada, no podemos permitir la corrosión del alma humana.

*Abogado Universidad Libre, especialista en instituciones jurídico-penales y criminología Universidad Nacional, Máster en Derechos Humanos y Democratización Universidad del Externado y Carlos III de Madrid. Especialista en litigación estratégica ante altas cortes nacionales e internacionales. Profesor Universitario.