17 noviembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Sí a los bombardeos

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Jose Obdulio Gaviria

Por José Obdulio Gaviria 

Tengo recuerdos vividos, aunque algo borrosos por la anestesia, de aquella plenaria del Senado en septiembre de 2019. Acababa de reincorporarme tras varias cirugías y su larga convalecencia.

Roy Barreras encabezaba una horda enfurecida que decía estar conmocionada por el “bombardeo de niños” en un campamento de sus amigos Iván Márquez y Jesús Santrich. “¡Ocho niñitos asesinados!”, gritaba, alzando ocho dedos trémulos.

Recuerdo rostros crispados, indignación de cartón piedra: Petro, Iván Cepeda, Bolívar, Alexander López, Benedetti, Luis Fernando Velasco, García Realpe… casi todos futuros ministros y embajadores del régimen de “Potencia Mundial de la Vida”.

El gobierno, mudo. El ministro de Defensa, Guillermo Botero, y sus colegas parecían culpables atrapados in fraganti con la daga aún sangrante. Los compañeros de la bancada de gobierno, igual: nadie se atrevió a replicar el disparate según el cual Márquez y Santrich eran unos capitanes scout y su campamento un inocente círculo de lobatos y guías aplastado por las bombas del “régimen capitalista” de Duque.

En el debate de moción de censura, Roy —hábil y tramador como siempre— estrenó la llamada “Doctrina de la Confirmación Previa”: un pretexto seudojurídico según el cual, antes de cualquier bombardeo, las Fuerzas Armadas debían enviar una comisión a inspeccionar el campamento terrorista y certificar, papel en mano, que no había menores de edad. Exhibió documentos que —según él— demostraban que la inteligencia militar sabía de antemano del reclutamiento de niños y, con su oratoria afilada, acusó al gobierno de cometer un “crimen de lesa humanidad”. Así, textualmente. Petro, su lugarteniente ad hoc, amplificó el grito en redes y foros: “Si el alto mando sabía que había menores, esto es un bombardeo criminal que viola el Derecho Internacional Humanitario”. Y sentenció: no se podrá bombardear jamás sin “confirmación previa de ausencia absoluta de menores”, so pena de ser tildados de asesinos.

La presión fue abrumadora. La moción de censura, impulsada por los amigos políticos de Márquez y Santrich, cumplió su objetivo: dos meses después del bombardeo, Botero renunció. Petro celebró en Twitter: “La democracia ha triunfado sobre la barbarie”. Con esa jugada, el petrosantismo logró consagrar —de facto— la doctrina antibombardeo cuando existiera la mínima sospecha de presencia de menores; contribuyó decisivamente a mantener prohibida la fumigación aérea de cultivos de coca; garantizó que las FARC gozaran de impunidad política y territorial; y preparó el terreno para llegar al poder en 2022.

Fue la hora dorada de las FARC y del ELN: reclutamiento masivo de niños convertidos en escudos humanos, expansión exponencial de los cultivos ilícitos y consagración mediática del terrorismo como “causa justa”.

Los liberales hemos defendido siempre, y seguimos defendiendo por convicción y no por conveniencia, el ejercicio firme de la autoridad. Por eso hoy apoyamos sin ambages la decisión del presidente Petro de no obstaculizar a las Fuerzas Armadas y permitirles cumplir su deber constitucional, es decir, hacer exactamente lo que él mismo condenaba con furia hace apenas seis años.

No importa lo que hayan dicho ayer ni lo que dirán mañana —especialmente a partir de agosto de 2026, cuando el uribismo vuelva a gobernar Colombia y ellos regresen al papel de opositores impertinentes y obtusos que tan bien les sienta—.

Hoy las Fuerzas Armadas bombardean, y nosotros decimos: sí, señor. Que bombardeen.