Por Adriana M. Cardona López
En un discurso de vida se esconde la muerte. Se habla de una agenda de humanidad y con esa se permite masacrar al pueblo y asesinar líderes sociales.
Se habla de la vida y mientras tanto nos ondea la bandera de la muerte. Se le otorgó el indulto como perdón y olvido y hoy se le permite gobernar.
Se habla de faro, luz y libertad y, mientras tanto, destruye esta nación fortaleciendo a los delincuentes de cuello blanco, narcotráfico y cediéndole el país a la maldad. Nos venden el libre albedrío con todos sus matices.
Arraigados en la cultura, la ciencia, la religión; la evolución humana se estanca. Y para no agraviar a los críticos, un biólogo evolutivo afianzará la firmeza de lo dicho. La batalla por el dominio hace que, de una forma errada, se crea que es cuestión de evolución. Aprendiendo de una sociedad débil e indefensa, ellos muestran su verdadero rostro, ya que su gobernante quiere imponer su poder autoritario, lleno de taras y desaciertos.
La batalla por el dominio político empieza en Colombia con mucha coerción, les falta virtud de liderazgo. Ellos se mueven, nos construyen ficciones, pero los hechos sociales no mienten. La moral se ahoga en el mar de la política y le sacan provecho para arrastrarnos a los brazos de una comedia de paz total. Reconociendo y castigando a los políticos que socavan la democracia, se mueve la oposición.
Se habla de la vida y nos encontramos con un Estado con libertad de conciencia (libertino), donde la Carta Política de 1991 se elaboró para este fin; con el silencio y la distancia de la iglesia, los argumentos pasan por alto cuando Colombia está buscando sus leyes que perdieron altura, respeto y credibilidad, nos crean un relato, la academia y los juristas guardan silencio. Y de la mano de algunos soberbios, ególatras, ingenuos, otros soñadores montaron una fábula de paz total. Pero ellos no olvidan su vieja costumbre de apoderarse del Estado como en la época feudal, y así reprimen impulsando su modelo y estrategia para gobernar.
La democracia retrocede, se erosiona y su vulnerabilidad se manifiesta. Los partidos políticos no tienen lealtad y sus dogmas ideológicos exhiben, manipulan los datos. No les interesa tener sociedades prósperas y sanas. Las acciones de estos gobernantes populistas arrodillan las libertades civiles, convirtiendo al ciudadano que vota en un “títere” de la falsa democracia.
Hoy nos presentan el incremento de la violencia poniendo en riesgo la seguridad física y ahondando los conflictos en las fronteras, el Ejército se debilita y las instituciones del Estado, impregnadas de intereses económicos personales, son su bandera.


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