5 octubre, 2025

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Humor y política

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Gerardo Duque

Por Gerardo Emilio Duque G. 

La ex alcaldesa del municipio de Abriaquí, bella y aguerrida mujer, fue brutalmente asesinada en la carrera 70 en Medellín. La exfuncionaria era cuota mía en esa alcaldía y por tanto me encomendaron que en el helicóptero de la Gobernación yo llevara el cadáver a dicho municipio.

En mitad del vuelo con el féretro de la occisa el helicóptero empezó a temblar, se perdió la visibilidad y bajó de altura. Raúl Mejía, un empleado de la secretaría de agricultura muerto del pánico empezó a decir: nos vamos a morir todos, el doctor Duque pues está cumpliendo con su deber, la muerta ya está muerta, la hermanita de la muerta tenía la obligación de acompañarla en el viaje, el doctor Edgar hermano del doctor Duque se morirá al lado de su hermano, el escolta va a morir cumpliendo su misión, pero yo que putas estoy haciendo aquí, me va a tocar por metido.

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En el Alto de Boquerón, por la vieja carretera al mar existe un restaurante y cafetería que lo ha atendido toda la vida Javier Muñoz, viejo querido y bonachón.

Cada que yo iba para esa región paraba con la familia a tomarme el primero y a mecatear donde Javier. En ese negocio las cuentas a cobrar eran siempre exactas 20, 40, 80 o cien mil pesos. Lo simpático era que cuando uno iba a pagar, decía Javier: encímele un quesito y unos pandequesos al doctor. Siempre era así.

Un día cualquiera me cobró cien mil pesos y me encimó unas arepas de chócolo.

Bajando para San Jerónimo en el carro empecé a preguntarle a la familia: usted que pidió donde Javier, una gaseosa y una empanada y el otro que pidió: una torta de pescado y un fresco y a la señora que pidió un perico con pandebono y yo me tomé dos aguardientes y entonces cien mil pesos de dónde.

Al regresar de la correría me bajé y le pregunté a Javier: amigazo cuánto vale la cuota inicial de un buñuelo.

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Llegábamos de una gira por el Nordeste de Antioquia Juan Fernando Duque,  “Chispas” y Carlos Mario Álvarez,  “el Flaco”. Era la una de la mañana y me tocaba repartirlos a cada uno en sus casas. A “Chispas” lo dejé donde vivía y le pregunté al “Flaco” dónde lo dejaba me dijo: doctor lléveme a Santa Mónica. Apenas llegué a Santa Mónica me dijo: doctor, no, qué pena, más bien lléveme a Manrique. En Manrique me dijo: no, sabe qué doctor, lléveme al Tricentenario y simultáneamente me dice el “Flaco”, cómo le parece mi estabilidad emocional.