4 octubre, 2025

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Pragmatismo y purismo en la política

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Por José Hilario López 

Acabo de escuchar el podcast Atemporal No 194 que incluye una entrevista con el filósofo colombiano Andrés Mejía Vergnaud, donde entre otros, analiza la diferencia entre pragmatismo y purismo, tema este de mucho interés para la actualidad política colombiana, polarizada entre dos extremos irreconciliables, petrismo y uribismo, mientras que el centro, liderado por el precandidato presidencial doctor Sergio Fajardo, parece desdibujado por la confrontación, donde cada bando acusa  a su contario con los peores epítetos.

El más grave riesgo de esta pugnacidad es que la gran mayoría de nuestra población, en especial la juventud, llegue a convencerse de que si toda está corrupto en la institucionalidad política colombiana hay que buscar otras alternativas antidemocráticas, encabezadas por regímenes populistas, de izquierda o de derecha, que ya bien sabemos hacia donde conducen.

Para empezar, es necesario definir lo que se entiende por pragmatismo y purismo.

El pragmatismo prioriza la utilidad y las consecuencias prácticas de las ideas y acciones, sosteniendo que la verdad y el valor de un concepto se miden por su eficacia y funcionalidad en el mundo real. Sin embargo, el pragmatismo, como tal, debe estar enmarcado dentro de ciertos límites éticos y morales: no todo es válido para obtener el objetivo que se considere útil. Nunca los medios pueden justificar el fin, aunque este funcione.

Todo lo que se haga en la vida debe tener un propósitouna razón de ser y no hacer las cosas «porque sí», es decir, tienen que cumplir con un objetivo. Básicamente, excluyendo las obligaciones, estos propósitosse podrían clasificar en cuatro grandes categorías: resolver un problema, satisfacer una necesidad y facilitar la vida o satisfacción personal.

Por otro lado, el purismo defiende un principio, una práctica o una doctrina en su estado más puro, rechazando cualquier cambio, concesión o compromiso. Mientras el pragmatismo busca la flexibilidad y el mejor resultado, el purismo se aferra a la ortodoxia y principios inalterables e innegociables.

El pragmatismo es la preferencia por lo práctico o útil. A su vez, el purismo es una tendencia a defender el mantenimiento de una doctrina, una práctica, una costumbre, etc., en toda su pureza, sin admitir cambios ni concesiones. Dos posiciones, que, aunque aparentemente antagónicas, pueden llegar a acuerdos en torno a objetivos comunes.

En mi concepto, la confrontación política de los extremos en la actual contienda electoral que se adelanta en nuestro país ha traspasado los límites éticos y morales, hasta y tal punto que está rozando ya las fronteras de la violencia, si es que ya no estamos sumergidos en ella. El centro político, por su lado. podría estar llegando a los extremos del purismo, al considerar que todo lo relacionado con la política tradicional está manchado de corrupción.

Los extremos no suelen ser buenos y encontrar puntos intermedios nos puede beneficiar. En la vida real no todo es blanco o negro, sino que hay un amplio espectro de grises (aunque, a veces, demasiado amplio).

En mi opinión, el centro afín a la socialdemocracia, es la única alternativa para civilizar la política, para que mediante acuerdos programáticos con movimientos cercanos posibilite implementar las inaplazables reformas sociales, que permitan superar las desigualdades y demás males que mantienen en el atraso y desesperanza a las grandes mayorías de nuestro pueblo. A propósito, es conveniente recordar el concepto del justo medio aristotélico, que mejor se traduce en el dicho popular: lo mejor es enemigo de lo bueno. En política de nada sirve estar en el lado de las buenas y sanas prácticas, si el poder lo ejercen quienes tienen otros intereses, para lo cual, de ser necesario, se apoyan en regímenes autocráticos y la violación de los derechos humanos, como ya se tienen en nuestras vecindades y, de pronto, sea también nuestro destino.

Lo que realmente conviene en estos momentos a nuestro país sería una combinación entre el pragmatismo enmarcado en limites morales y éticos y un purismo moderado, fuera de los extremos del maniqueísmo, que se empecina en su convicción que sostiene que yo y mi grupo somos los únicos dueños de lo correcto, y todo lo demás es corrupto e inaceptable.

Por regla general en la vida personal y colectiva, es imperativo tratar de hacer las cosas lo mejor posible, así nos señalen de ser perfeccionistas y exigentes. La coherencia entre lo que se proclama y lo que se practica es aplicable tanto a los demás como a mí mismo. Esto definiría el lado más “purista” de la política, pero en busca del bien común, a veces es necesario conciliar con opositores en pro del interés general. En política de nada sirve tener la razón, si se pierde el poder de decisión, como puede, de nuevo, sucederlo a las fuerzas agrupadas en el centro para afrontar la actual confrontación electoral.

Como lo demuestran las encuestas de opinión, la mayor parte de los colombianos nos ubicamos en el centro político y diría algo más. rechazamos la polarización a que nos quieren involucrar los movimientos extremistas de derecha y de izquierda. En estas condiciones creemos que ha llegado el momento de reclamarle a los dirigentes que han asumido la responsabilidad de conducir el mayoritario, aunque disperso centro del espectro político, que entiendan la urgencia de empezar a construir consensos y puentes con sectores de la política tradicional, con los cuales se pueda encontrar coincidencias.

Como lo he sostenido en anteriores artículos, en la política tradicional también se encuentran dirigentes de “buena voluntad”.