22 septiembre, 2025

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Corantioquia rinde homenaje a la fauna silvestre en amor y amistad

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@Corantioquia

• Más allá de su belleza singular, cada animal de nuestra jurisdicción cumple funciones ecológicas vitales para el adecuado funcionamiento de los ecosistemas.

• Ver imágenes de animales tiernos genera una respuesta automática y evolutiva de protegerlos, sean domésticos o salvajes. National Geographic (2024)

En el mes que celebra el amor y la amistad, que algunos de los animales más entrañables de nuestro territorio inspiran los más tiernos detalles.

Estamos en una Antioquia vibrante, donde los sonidos de los bosques, las riberas de los ríos, las verdes llanuras y las altas montañas se entretejen en una sinfonía de vida.

En este rincón del mundo, tan rico en biodiversidad, tres especies excepcionales nos recuerdan por qué debemos cuidar nuestro entorno: la Rana Paisa, la Taira y el Guacamayo Rojo.

Estas no son solo criaturas fascinantes; son piezas clave en el rompecabezas ecológico que mantiene equilibrados nuestros ecosistemas. Apreciarlas es un privilegio, pero cuidarlas es nuestra responsabilidad.

Conozcámoslas con ciencia y cariño, para entender por qué vale la pena protegerlas dado sus roles ecológicos en la interconectada red de la vida.

La Rana Paisa (Pristimantis paisa): pequeña guardiana de los bosques nublados Es un pequeño anfibio que parece un tesoro escondido entre la niebla andina. Su función ecológica es fundamental: ayuda a regular poblaciones de plagas actuando como control natural que mantiene el equilibrio gracias a su voraz apetito de insectos.

Es también un bioindicador sensible: su presencia señala que el hábitat está libre de contaminantes, ya que las ranas absorben toxinas a través de su piel permeable.

Esta especie endémica de la cordillera central habita específicamente en zonas montañosas entre 1.800 y 2.500 metros de altitud, como son los bosques nublados de Frontino y Urrao.

Se adapta bien a bosques secundarios, aquellos que han sido restaurados después de la deforestación, lo que la convierte en un ejemplo de resiliencia. Sin embargo, enfrenta amenazas por la expansión agrícola y el cambio climático.

Su nombre «paisa» rinde homenaje al pueblo antioqueño: un anfibio de apenas 3 centímetros que lleva con orgullo el gentilicio de los habitantes de nuestro departamento.

• La Taira (Eira barbara): la acróbata de nuestros bosques Es un mamífero astuto y juguetón que pertenece a la familia de las nutrias, los hurones y las comadrejas. Recorre nuestros bosques con la gracia de un explorador incansable.

Ecológicamente es una especialista multitarea: como omnívora, se alimenta de frutas, miel, roedores e invertebrados, lo que la convierte en una dispersora de semillas clave para la regeneración de la selva, promoviendo la diversidad vegetal y en consecuencia previniendo la erosión del suelo.

Además, como depredadora de presas pequeñas, controla poblaciones de especies invasoras y plagas. Su ausencia podría afectar gravemente la diversidad de los bosques y colateralmente a las aves, los insectos y los seres humanos.

Habita una amplia gama de ecosistemas, desde las selvas tropicales del Bajo Cauca y Urabá hasta los bosques premontanos de altitudes medias de Anorí y el Parque Nacional Natural Paramillo.

Su distribución abarca desde el nivel del mar hasta los 2.000 metros de altitud, prefiriendo las áreas continuas para cazar y moverse. Desafortunadamente, la caza ilegal por su piel y la fragmentación del hábitat la ponen en riesgo, con poblaciones en declive en zonas deforestadas.

Es tan versátil que puede trepar árboles como un mono, nadar como un pez y cazar serpientes con astucia felina, puede correr a 15 km/h y comunicarse con un vocabulario de hasta 60 sonidos diferentes.

• El Guacamayo Rojo (Ara macao): jardinero volador del trópico Con su plumaje escarlata que pinta el cielo de fuego, es el ícono de la avifauna tropical.

Su rol ecológico es la regeneración forestal y la conectividad entre parches de bosques mediante el esparcimiento de semillas por cientos de kilómetros: con su potente pico curvo, rompe frutos duros de palmas y árboles que otros animales no pueden abrir, esparciendo semillas desde el aire por cientos de kilómetros.

Al visitar flores en busca de néctar, actúa como polinizador de orquídeas y otras plantas.

Su ausencia podría significar que especies vegetales raras se extingan para siempre. Habita las selvas húmedas tropicales del Bajo Cauca y el sistema de montañas bajas que va de Urrao hacia el Chocó.

Vuela a bajas altitudes (hasta 500 metros), por lo que puede avistarse esporádicamente. Su población local es pequeña por la pérdida de nidos en árboles maduros y vulnerable al tráfico ilegal para el comercio de mascotas.

Un dato conmovedor: los guacamayos forman parejas monógamas de por vida, vuelan juntos en dúos sincronizados y comparten la crianza de sus polluelos.

Su lealtad es símbolo del amor eterno en la cultura Emberá Katío.