@eljodario
Mañana sábado a las 4 de la tarde mi novela del PAPAGAYO será sometida el escrutinio de dos académicas de la Lengua, las profesoras jubiladas Cecilia Caicedo y Carmiña Navia quienes, como miembros correspondientes del magno concilio que cuida y defiende la lengua castellana en Colombia, harán públicos sus diferentes criterios sobre mi obra narrativa en el marco del Oiga, Mire, Lea.
Para alguien como yo, que he tenido un estilo desarreglado de escribir y que me he saltado infinidad de veces las normas conservadoras de los guardianes del idioma, resulta muy enorgullecedor que tan diligentes y disciplinadas investigadoras me dediquen honrosamente su tiempo y sus neuronas para comprenderme como escritor.
Dado mi recio temperamento, que me ha hecho perder más de una oportunidad de la vida por no ser genuflexo y el ser demasiado franco y directo en mis apreciaciones, yo soy el prototipo exacto de quien no puede ni debe ser miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. Pero que sean dos de sus miembros, y a su vez curtidas profesoras durante décadas en la Universidad del Valle y la Tecnológica de Pereira, me lleva obligatoriamente a ser respetuoso de lo que opinen sobre mis escritos cuanto enormemente satisfecho por ser honrado a ese nivel.
Haber logrado una cumbre aplaudida con el PAPAGAYO TOCABA VIOLIN y ser escudriñado sobre las razones del éxito que ha obtenido ese libro entre tantos lectores, no puedo enmarcarlo para exhibirlo al lado de mis diplomas de Honoris Causa. Tampoco podré oírlas personalmente mañana. Por las circunstancias insalvables que me ha creado la coordinación del evento que las reúne, no debo asistir a acompañarlas.
Desde la lejanía les digo, gracias, gracias, gracias, a ellas y a los que asistan a oírles el digno despresamiento de mi novela.
Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal
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