10 septiembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

A propósito de políticos sin verdadero liderazgo

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Por Claudia Posada 

La arrogancia es la característica de ser presuntuoso y soberbio, reconocida por la percepción exagerada de la propia importancia y habilidades, lo que lleva a despreciar y no tomar en cuenta las opiniones de los demás. Es una actitud de superioridad y falta de humildad que a menudo enmascara inseguridades internas y afecta negativamente las relaciones interpersonales”. La presuntuosidad por su parte aplica a personas altaneras, arrogantes, engreídas, orgullosas, pretenciosas, petulantes, presumidas, vanidosas, jactanciosas, chocantes, aguajeras, faramalleras. (Nuestro idioma es muy rico en sinónimos, nuestras posibilidades de ilustrar los relatos son amplísimas) Pues bien, encontré en la riqueza de nuestra lengua, calificativos que le van perfectamente a la gran mayoría de los políticos que fungen como alcaldes, gobernadores, concejales, congresistas y demás que ostentan privilegios concedidos a ellos por el voto popular, o por sus amigos en las distintas ramas del los poderes públicos, o que están en cargos burocráticos a los que llegan muchas veces sin mérito alguno. Recién pasó, por ejemplo, el nombramiento de Carlos Camargo Assis, como nuevo magistrado de la Corte Constitucional, quien alcanzó en el Senado la votación por encima de la candidata al mismo honor, María Patricia Balanta, el exdefensor del pueblo sacó 62 sufragios, frente a 41 de la señora Balanta. Sería absurdo creer que se eligió por mayores méritos y mas brillante trayectoria. Así es la clase política que tenemos.

Los adjetivos calificativos con los que arranco para ilustrar esta columna, llegaron a mi mente al oír este sábado 6 de septiembre, antes de sentarme a escribir para la publicación de mañana domingo 7, la información en distintos medios sobre el viaje a Estados Unidos, de los cinco alcaldes de las principales capitales de departamento: Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Cartagena, quienes dizque vuelan este fin de semana para evitar una descerticación. Pero cabe aquí retomar de la Revista Cambio, antes de seguir con la opinión alrededor del objetivo pretendido por los mandatarios locales, lo siguiente: “Una descertificación reduciría las capacidades operativas y de inteligencia del país, lo cual impactaría las incautaciones de cocaína, que han llegado a cifras históricas. Pero, además, una sanción al país debilitaría la estrecha relación que tiene Estados Unidos con las Fuerzas Armadas y la Policía colombianas en momentos en que Washington apuesta por la caída del régimen chavista de Venezuela con una estrategia militar”. Y también se lee en Cambio: “Claro, si el gobierno estadounidense descertifica a Colombia y Trump no usa la facultad que le da la ley para mantener la ayuda si considera que esta es “vital” para los intereses de Estados Unidos, las fuerzas de seguridad del país perderían importantes recursos para combatir el narcotráfico”. Desde comienzos de este año, recordemos, se viene diciendo que Colombia será descertificada.  Esta afirmación hace parte de la infinidad de mensajes, muchos malintencionados, que circulan, algunos, como táctica maquiavélica para que los ciudadanos nos sintamos advertidos sobre medidas perjudiciales para el país; y así las cosas, además de las graves amenazas internas que se concretan a diario  con la agudización de las violencias alimentadas por ambiciones relacionadas con el peor azote que tenemos, el narcoterrorismo, nos mantengamos en permanente zozobra, caldo de cultivo para campañas negras (las más perversas) o para campañas políticas sucias en año pre-electoral.

Dice en Cambio: “La ayuda de Washington ha sido clave para la compra y el mantenimiento de helicópteros, para fortalecer las capacidades de inteligencia con tecnología de punta y para el entrenamiento de militares y policías.  Sin duda, ese apoyo ha contribuido a las crecientes incautaciones de cocaína, que en este Gobierno han subido en 35 por ciento, al pasar de 659 toneladas en 2022 a 889 toneladas en 2024. Pero con una descertificación, el gobierno estadounidense también arriesga mucho. “Dejaría de recibir el montón de información que le da Colombia. La Policía y Estados Unidos han construido una inteligencia enorme y la DEA y la CIA tienen un amplio marco de acción en el país”, señala la investigadora Estefanía Ciro, quien fue coordinadora del área de narcotráfico en la Comisión de la Verdad”. Es claro entonces que los países se necesitan mutuamente, y que nada es tan eficaz como tratar cordialmente los asuntos que interfieren con políticas del mayor interés para las partes. Lo mismo que en las relaciones internacionales, en las que competen a temas internos de las naciones de Estados democráticos como Colombia, antes de salir a poner quejas al exterior, al igual que antes de responder con la misma insolencia, las calidades de los lideres se miden por su capacidad de dialogo.

Al analizar hechos que detonan en la opinión pública, protagonizados por figuras de las distintas esferas políticas, informados o relatados por periodistas con innegable sesgo, es evidente que en la clase política como en ciertos medios de comunicación, no están, ni poquito, interesados en calmar las turbulentas aguas de la polarización. No se ve intención realmente desprendida de vanidades en la motivación del viaje de los alcaldes; su lenguaje suena a egolatría y el tono de sus voces es tan soberbio y falso como el de los congresistas a la hora de expresar el porqué de sus decisiones para votar de cuál o tal manera. Envanecerse sin asomo de vergüenza, por el contrario, con altas dosis de cinismo para justificar las razones que los llevan a decisiones, aplausos y controversias, son síntomas de una clase política a la que le falta mesura, sentido del deber, conocimientos, humildad y mucha preparación para poder anunciar con altura el cumplimiento de sus distintitos roles ante la sociedad colombiana y por fuera del país. Dista mucho de ser un verdadero líder, como para decir que nos representa, un político que se pronuncie sobre los demás con altanería, que no sepa lucir su dignidad pues no es capaz de respetarla en otros, aunque no sean de su agrado.  Siendo más explícita, me da gusto decir que oír las disertaciones y respuestas a los medios, de la doctora María Patricia Balanta, quien no alcanzó los votos necesarios para magistrada de la Corte Constitucional a pesar de su formación académica y sobresaliente recorrido, me hace afirmar que una profesional de su talante y compostura, sí me haría sentir muy bien representada, aunque no sea del gusto de la mayoría de los políticos. Obviamente sabemos el por qué alguien como ella no cala en la clase política.