
Por José Hilario López
El Instituto Brasilero de Investigaciones de la Amazonia (IBIA) acaba de publicar un estudio donde se muestra la contribución de los indígenas y de las áreas protegidas en la conservación de la biodiversidad de la Amazonía(https://agenciadenoticias.unal.edu.co/detalle/territorios-indigenas-y-areas protegidas-sostienen-la-salud-ecologica-de-la-amazonia?utm_source=hootsuite&utm_medium=&utm_term=&utm_content=&utm_campaign=&fbclid=IwQ0xDSwMAKe5leHRuA2FlbQIxMAABHmIA2RjuzNX3G1ZVP7GoW788ZyiIdDKUUSw4yHIZUASkKLjlYOvnhTTsjBv_aem_mEvIVQO4tBBji82OS5B8bw&sfnsn=scwspmo
Este articulo complementa mi anterior columna, publicada en este mismo medio (https://juanpaz.net/los-guardianes-de-la-amazonia/), donde se sostiene que efectivamente la deforestación es menor en los territorios indígenas que en el resto de la Amazonia. Adicionalmente haré referencia a la degradación del bioma amazónico por el llamado “efecto de borde”, que se refiere a los cambios en las condiciones ambientales y la composición de especies que ocurren en los límites entre dos ecosistemas distintos, o entre un ecosistema y un área alterada entrópicamente. La deforestación, la minería ilegal y las represas fragmentan los ecosistemas amazónicos
La fragmentación de la cuenca Amazónica, una de las regiones más biodiversas del planeta, está perdiendo su capacidad de mantenerse conectada, es decir de permitir el desplazamiento de especies, la circulación de sedimentos y la regulación del clima. Según el estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), el 24 % de los ríos, el 25 % de los humedales, el 23 % de los bosques y el 28 % de la región andino-amazónica están afectados por al menos una actividad humana. Los territorios indígenas (y las áreas protegidas) se mantienen como corredores vivos que preservan el flujo de agua, nutrientes y especies.
El equipo investigador del IBIA comparó los territorios indígenas y las zonas protegidas y no protegidas en la cuenca Amazónica, a partir de imágenes satelitales y modelos de conectividad ecológica, herramientas que permiten medir qué tan bien conectados están los ecosistemas entre sí, vale decir qué tan libremente pueden fluir los procesos naturales como el movimiento de especies, el transporte de nutrientes o la circulación del agua a través del paisaje. Este ejercicio se hizo para el periodo comprendido entre los años 2016 y 2023. Con herramientas computacionales fue posible identificar zonas funcionalmente conectadas en medio de la fragmentación, es decir, áreas donde aún fluyen el agua, los nutrientes y las especies. Se analizaron cuatro grandes paisajes: bosques bajos no inundables, humedales, ríos y andes amazónicos.
Los resultados fueron contundentes, pues mostraron que la afectación humana dentro de territorios indígenas y áreas protegidas (que incluyen reservas extractivas, parques nacionales y territorios indígenas oficiales y en trámite) se encuentra entre el 14 y el 16 %, frente a un 38 % en áreas sin protección. Esto se traduce en una mayor capacidad de conexión entre ecosistemas ribereños, bosques húmedos y humedales estacionales, fundamentales para conservar la biodiversidad y la resiliencia climática. Los territorios indígenas y las áreas protegidas no sólo reducen la deforestación, sino que además sostienen procesos ecológicos fundamentales, tales como el flujo longitudinal de los ríos, la migración de peces entre los Andes y la llanura, y la dispersión de semillas a través de corrientes fluviales, entre otros.
Existen, además, claros ejemplos que muestran como la gobernanza indígena en la Amazonía no es teórica: es práctica, protege territorios y detiene la destrucción de los ecosistemas. Un ejemplo ilustrativo es el caso de la amazonia peruana y brasilera, donde los pueblos indígenas avanzan en la protección y defensa, legal y territorial, de los corredores Yavarí-Tapiche (Perú) y Pano Arawak (Brasil), zonas críticas bajo presión por minería, tala y narco cultivos.
Eslabones cruciales de la conexión amazónica
El estudio del IBIA destaca la estratégica función de las regiones del pie de monte andino–como las de Colombia, Ecuador y Perú–en la conexión entre las altas montañas y la planicie amazónica. Justamente estas zonas son las que enfrentan mayores y crecientes presiones por la expansión de actividades extractivas.
Dolors Armenteras, profesora, de la Universidad Nacional y directora del Grupo de Investigación Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (Ecolmod), coautora del referido estudio, señala que “si se pierde la conectividad entre los Andes y la Amazonia baja, se rompe el delicado equilibrio de procesos vitales como el ciclo del agua, el transporte de nutrientes y las migraciones de especies, tanto terrestres como acuáticas, fundamentales para la salud ecológica de toda la región, y sin duda del planeta”. Urge fortalecer la gobernanza de los territorios indígenas reconocidos y avanzar en la formalización de los que aún no han sido reconocidos, muchos de los cuales enfrentan conflictos por intereses extractivos. “Desde hace tiempo sabíamos que los pueblos indígenas son esenciales para la conservación del bosque, pero este estudio (el del IBIA) aporta evidencia clara de que también son fundamentales para mantener la conectividad ecológica de la Amazonia”, enfatiza la profesora Armenteras.
Un equipo de investigadores, liderado por la ecóloga brasilera Camila Duarte Ritter, investigadora del Instituto Juruá, vinculada al IBIA y a la Universidad Federal del Amazonas, propone declarar como “santuarios de conectividad” a los ríos andino-amazónicos que aún fluyen libres de represas, como el Putumayo, Napo, Japurá (Caquetá), Madre de Dios y Beni.
Esperemos que La V Cumbre de presidentes de los Estados Miembros del Tratado de la Cuenca Amazónica, a celebrarse en Bogotá entre el 18 y el 22 de agosto del corriente año, entre sus recomendaciones a la COP30, a celebrarse en Belén de Para el próximo mes de noviembre, incluya el empoderamiento de los indígenas como custodios de la biodiversidad amazónica.
ADENDA: Ya se encuentra en circulación mi reciente libro tituladoCambio Climático e Impacto Global. Un marco viable de transición energética para Colombia (Fondo Editorial EIA, 2025).
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