
Por Francisco Becerra
Lo había previsto en un susurro hace casi 5 años: a Uribe lo condenan en primera instancia y no alcanzará a salir la apelación de esa sentencia porque prescribirá. Es, pues, una condena con el reloj de arena en su contra.
Por primera vez en la historia de Colombia, un juez común y corriente —de esos que no despachan en salones alfombrados ni blindados por la Corte Suprema— ha emitido una sentencia condenatoria contra un expresidente de la República. Sí, Álvaro Uribe Vélez, el político colombiano más influyente del siglo XXI, fue condenado en primera instancia por soborno a testigos y fraude procesal. Un hito jurídico, sin duda, pero también una carrera contrarreloj que parece perdida de antemano.
La condena llegó, pero llega tarde. O llega justo a tiempo… para que no pase nada. Porque con los tiempos procesales encima, es casi un hecho que no alcanzará a haber una segunda instancia antes del 9 de octubre de 2025. Y ese día, como por arte de ley (y de calendario), la pena prescribirá. Es decir, se evaporará. Como si nunca hubiera existido. Como si no lo hubieran condenado. Como si nada.
La paradoja es brutal: un expresidente que renunció a su fuero constitucional con la esperanza de que la Fiscalía le fuera más “amigable”, termina condenado por un juez ordinario. Pero, al mismo tiempo, se beneficia del mismo sistema que, por lento, garantiza la impunidad cuando se le agota el tiempo al Estado.
No se puede negar lo histórico del fallo: rompe el mito de que los expresidentes son intocables por estar juzgados por la Comisión de Absoluciones del Congreso. Pero también lo confirma: la justicia llega, pero no alcanza. Condenan a Uribe, sí, pero sin consecuencias reales, sin cárcel, sin sanción efectiva, sin segunda instancia. Una condena para la historia… pero no para el expediente.
Ñapa: Comprensibles las protestas de los seguidores de Uribe, puesto que no deja de ser paradójico que, mientras a diario vemos a homicidas en el Congreso y se tiene certeza de los ampliamente millonarios corruptos que ocupan curules en el Congreso, al expresidente lo condenan por un burdo intento de soborno de testigos.
Ñapita: Nadie nunca podrá entender que un hombre con la inteligencia de Uribe hubiese caído en manos de un abogado como Cadena y que no le hubiera contado de ese hecho a su abogado Granados.
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