
De El Nuevo Siglo
De fenómenos marginales pasaron a realidad palpable en La Habana y otras ciudades. Pese al turismo en picada y no tener la ayuda venezolana, el régimen se niega a cambiar.
Vive la crisis económica más grave desde su independencia (1902) y sin viso alguno de mejoría. De la imagen idílica de la Cuba revolucionaria gestada hace más de seis décadas se ha pasado a una inédita crisis humanitaria por la escasez de alimentos, medicinas, la inflación galopante y la ínfima ayuda estatal que hoy tienen a un alto porcentaje de la población sin techo y sin comida.
Con el turismo, su principal fuente de divisas en caída libre, y sin la ayuda que por décadas recibió del régimen venezolano (petróleo y dólares), la ya de por sí precaria economía que tenían los cubanos antes de la pandemia se exacerbó progresivamente, al punto que a hoy la sombra del hambre se extiende sobre la isla y, con ello, la preocupación por el futuro de millones de vidas.
Así, el derecho fundamental a tener comida se convirtió en un privilegio y al que contrario de la narrativa del régimen presidido por Miguel Díaz-Canel, accede menos de la mitad de los 9.7 millones de habitantes. Y eso es palpable al recorrer las calles, principalmente las habaneras, donde la indigencia, mendicidad y hambre son palpables.
A sus 62 años, William Abel, es uno de los muchos de cubanos que, a diario, rebuscan en un contenedor de basura, en una céntrica calle de La Habana, con qué alimentarse. Y con fortuna, algo encuentra.
Este cubano, de 62 años, duerme en la calle desde el derrumbe de su casa en las afueras de la capital. «La comida es lo más difícil. Llevo dos años buscando en la basura algo que comer», cuenta a la AFP, hablando con dificultad por la falta de dientes y vistiendo una camiseta sucia que deja entrever los huesos marcados de su cuerpo.
La mendicidad «siempre existió» aquí, asegura William, pero «ahora hay más que nunca».
A pocos metros de allí está Juan de la Cruz, un excamillero de 63 años que hace dos semanas empezó a mendigar en la calle. Sin una pierna que le fue amputada en 2021 debido a la diabetes, se sienta bajo un portal en el concurrido barrio de Centro Habana con un cartel que dice: «Por favor, algo para comer».
«Lo que me dan a mí» del Bienestar Social «no me alcanza», explica el sexagenario que recibe 1.092 pesos mensuales de pensión, equivalentes a menos de 3 dólares en el mercado informal, e insuficientes para comprar un kilo de pollo, lamenta. El comedor comunitario no le gusta: La comida «es mala, arroz sin manteca, sin aceite», se queja.
Y, a diferencia de William Abel, si tiene un techo, que es un “cuartico chiquitico, es mío y eso me alegra”.
Como él, Arnaldo Victores, un ciego de 65 años y otrora fisioterapeuta, tiene donde dormir. No le importa que sea sobre bolsas de plástico en un garaje de moto, en un barrio periférico de La Habana. Cada día que logra comida es un triunfo de supervivencia. Carece de la libreta que entrega el régimen para tener algunos alimentos y ayuda social porque no tiene una dirección oficial de residencia.
Por eso todos los días se pone a mendigar en una calle y espera que tanto turistas como compatriotas se apiaden de él. “Mi sueño es un cuartico y un baño”, sostiene este hombre que no puede ver que está frente al flamante hotel estatal de 42 pisos, el más alto de la ciudad, una inversión duramente criticada por los cubanos frente a la crisis social.
Como los casos arriba narrados, son decenas los que a diario se viven en la capital cubana y en la zona rural se dice que es peor. Una compleja situación innegable pese a que algunos funcionarios se empeñan en desconocer.
Precisamente por eso, hace una semana, la ministra del Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, se vio forzada a renunciar luego de provocar indignación en la población, al afirmar que en Cuba no hay mendigos sino personas «disfrazadas de mendigos» y criticar a los limpiaparabrisas callejeros por buscarse «la vida fácil».
El presidente Miguel Díaz-Canel salió rápidamente a apagar el escándalo provocado por las declaraciones de su ministra.
Los mendigos son «expresiones concretas de las desigualdades sociales y de los problemas» que Cuba enfrenta, dijo el mandatario, mientras que el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, reconoció que hay un «problema real».
Las autoridades en Cuba nunca utilizan la palabra «pobres», prefieren términos como personas «vulnerables» o «deambulantes«, para referirse a los indigentes. Según el gobierno, en 2024 había 189.000 familias y 350.000 personas solas vulnerables que se beneficiaban de programas sociales en el país.
Sin embargo, no hay estadísticas públicas sobre la pobreza, que en los últimos dos años se ha convertido en un fenómeno visible y creciente, no solo en su capital, La Habana, sino en casi todo el territorio nacional.
Pocas cifras confirman el caos
Orgullosa de contar con un socialismo igualitarista, Cuba llevaba mucho tiempo reduciendo la pobreza gracias a importantes programas sociales como servicios de salud gratuitos y la distribución de alimentos subvencionados, a través de la famosa libreta.
Pero la severa crisis económica que afecta a la isla desde hace cuatro años impide ahora al Estado, inmerso en la escasez de divisas, garantizar estos programas de ayuda.
El deterioro de la economía cubana obedece a la debilidad estructural del sistema económico centralizado, a una fallida reforma monetaria y al reforzamiento de las sanciones estadounidenses, entre otros.
A consecuencia de lo anterior y de la galopante inflación –el precio de los alimentos aumentó un 470% entre 2018 y 2023– una gran cantidad de cubanos cayeron en una precariedad sin precedentes, y algunos en la indigencia.
Ante la ausencia de cifras oficiales públicas, los expertos intentan hacer estimaciones. En una entrevista reciente con el sitio La Joven Cuba, la socióloga Mayra Espina Prieto evaluó que «entre 40% y 45% de la población cubana está en una situación de pobreza de ingresos«. Según Unicef, el 9% de los niños sufren de una «situación de pobreza alimentaria«.
La escasez crónica de alimentos básicos es quizás el pilar fundamental de la crisis. Las tiendas estatales, que supuestamente distribuyen productos a precios subsidiados a través de la libreta de racionamiento, suelen estar desabastecidas o solo ofrecen productos de baja calidad y en cantidades insuficientes.
La población se ve obligada a recurrir a mercados informales, donde los precios son exorbitantes, o a las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC), a las que la mayoría no tiene acceso por la falta de divisas.
«Es una agonía ir a la tienda. Siempre está vacía», comenta María Elena, ama de casa de 60 años en el barrio de Centro Habana. «Con lo que nos dan por la libreta, apenas nos alcanza para unos días. El resto es buscar, ingeniárselas, o simplemente pasar hambre.»
Las pocas cifras oficiales disponibles confirman la compleja situación económica de los cubanos y, lo que es peor, la escasa probabilidad de que puedan salir de ella. Al contrario, se visualiza, con el socialismo del siglo XXI, un camino directo y sin reversa hacia el abismo.
Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) de Cuba, ha habido una desaceleración en el ritmo de crecimiento de los precios: la inflación interanual (mayo de 2024 a mayo de 2025) se ubicó en torno al 16.43% y la mensual, de junio, fue del 0.75%. Y aunque supone una recuperación en el poder adquisitivo, éste es mínimo ya que el salario medio nominal en el sector estatal fue de 6.427 pesos cubanos (CUP) en los primeros meses de este año. En dólares, son 267, y la canasta básica de alimentos para una familia promedio supera ampliamente esta cifra en los mercados informales.
A diferencia de principios del milenio, cuando Cuba se encontraba en una fase de recuperación, el panorama de este año es sombrío, marcado por la desesperanza y la lucha diaria de la mayoría de los cubanos por la supervivencia.
Y si el 2024 fue calificado como un «annus horribilis», para el que está en curso habrá que buscarle nombre, porque las proyecciones señalan que superarán, y de lejos, los negativos indicadores económicos. El régimen liderado por Díaz-Canel proyecta un crecimiento del PIB del 1% al cierre de este año y se resiste a realizar los cambios profundos como inaplazables que necesita el país, por no estar alineados con su modelo político: un socialismo fracasado desde hace décadas.
Lo más preocupante es que esta proyección de crecimiento del PIB se basa en expectativas: que se recupere el turismo, aumenten los ingresos por exportaciones claves, se revitalicen las actividades productivas (agricultura e industria) y se estabilice el sistema electroenergético. Esto último no será a corto plazo porque a la falta de combustible se suman las averías en las termoeléctricas y la insuficiente inversión en el sector.
La industria sin chimeneas (turismo) ha caído y no tiene perspectivas de repuntar, especialmente por los constantes apagones que afronta la isla. En este primer trimestre, Cuba recibió 981,856 turistas internacionales, un 25% menos que en el mismo período del año anterior. La producción nacional se ve gravemente afectada por los prolongados apagones y, obviamente, rezagan el ‘plan exportador’. (Foto AFP tomada de El Nuevo Siglo).
Más historias
Mamdani rehusa debatir a Cuomo
Los ataques del 9/11 y sus consecuencias internas y globales
Mamdani continúa liderando las encuestas