25 septiembre, 2025

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Humor y política

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Gerardo Duque

Por Gerardo Emilio Duque 

En la universidad de Medellín era mi compañero en la facultad de derecho Elías Sapuris, un griego que se vino a estudiar a Medellín. En uno de esos exámenes escritos aprovechando que no nos iba a cuidar el profesor de la materia, Sapuris le pidió a otro compañero que lo suplantara y contestara el examen por él. El compañero se presentó a dicho examen, recibió el cuestuario y empezó a resolverlo reemplazando a Sapuris. Al reclamar los resultados Sapuris sacó 2.90 y furioso le dijo al compañero que casi me hacés perder la materia.

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Cuenta la leyenda que en Estados Unidos estaba sentado en la silla eléctrica a punto de ser ejecutado un ciudadano. Cuando el cura llegó Biblia en mano a darle la extremaunción, el condenado logró pararse de la silla le dijo al cura: que pena padre venga siéntese.

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Estábamos almorzando en casa de mi mamá toda la familia como era de costumbre los jueves. Teresa, la muchacha del servicio, nos hacía de comer y apenas Gustavo mi hermano terminó las viandas le preguntó: Teresa que fue lo que nos diste de comer, por si en el hospital me preguntan con qué me intoxique.

Teresa le preguntó a Gustavo: señor Gustavo usted por qué ya no se echa la bendición cuando va a comer y este le contesta: porque usted ya está aprendiendo a cocinar.

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En el barrio Santa Mónica de Medellín donde vivíamos había una vecina que veía ladrones por todas partes y armaba los escándalos más berracos. Cierta vez, a altas horas de la noche, la vecina gritó: hay un ladrón y cayó a la casa de los Duques. Todos los hombres que estábamos en el piso de arriba nos levantamos de un brinco y salimos a coger al ladrón. Yo le arranqué una tabla a una cama y cada uno cogió su arma, zapato o almohada para combatir al intruso. El único que estaba en la parte de abajo era Mario mi hermano, quien con el grito de la vieja salió despavorido para arriba a oscuras. Nos lo encontramos y le pegamos la pela más impresionante. Yo le puse la tabla en la cabeza, lo cogimos. Cuando alguien prendió la luz estaba Mario todo aporreado atortolado en el piso diciendo: me van a matar pendejos.