Por Ana Ligia Mora Martínez
El presidente Álvaro Uribe nunca ha distinguido a las personas por su condición social, económica o política; siempre ha privilegiado la honestidad, la capacidad de trabajar y el compromiso con Colombia.
Llegó a este mundo para hacer la diferencia, demostrando que desde la provincia es posible forjar liderazgos capaces de transformar al país y trascender fronteras.
Hoy, en medio de la expectativa por el fallo en su juicio, hay algo que permanece inmutable: su ejemplo de trabajo incansable por la nación. No podemos ser inferiores a esa determinación.
El presidente Uribe no conoce el cansancio ni el odio. Siempre invita a la fraternidad, a la unión y al respeto. Sabe de cariño hacia sus compatriotas, de la sencillez como virtud y de la importancia de un compromiso genuino con el país.
En una eucaristía reciente, el sacerdote nos recordó el significado del nombre Álvaro: “Guardián de todos”. Y eso ha sido él: un líder que cuida, protege y orienta con firmeza, inteligencia y un profundo amor por Colombia.
Ayer, hoy y siempre, Uribe es un ejemplo de servicio y dedicación; para muchos, como un padre, para todos, el guardián de nuestra patria.


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