16 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El calendario electoral está servido para consultar y respetarse

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Claudia Posada

Por Claudia Posada

Según IA la Inspiración es un estado mental que produce una súbita y eficaz motivación para crear, ya sea en el arte, la literatura, o cualquier otra actividad. Es un impulso creativo que surge de manera espontánea y que puede provenir de diversas fuentes, como experiencias personales, la naturaleza, o la observación de otras obras. (En términos fisiológicos, la inspiración es también la acción de inhalar aire hacia los pulmones). Por igual, la misma IA define la Inspiración según conceptos teológicos y la precisa así:  La inspiración bíblica es la doctrina que sostiene que los libros sagrados fueron escritos bajo la guía divina del Espíritu Santo, de manera que son considerados la Palabra de Dios. En tal sentido, aunque fueron escritos por personas, el contenido es considerado una revelación divina.  Los pensadores, por su parte, se inspiran a través de una combinación de curiosidad, observación, lectura, reflexión y la interacción con otras personas y sus ideas. La búsqueda de respuestas a preguntas fundamentales sobre la existencia, la moral, la sociedad y el conocimiento impulsa su pensamiento. En la mitología griega, las Musas eran nueve diosas que personificaban la inspiración en las artes y las ciencias. Cada una de ellas tenía un área específica de influencia, como la poesía épica, la música, la danza, la historia, la astronomía, etc. En la actualidad, la palabra «musa» se utiliza para referirse a la persona o cosa que sirve de inspiración. Lo anterior lo consulté en los resúmenes por cuenta de la asombrosa Inteligencia Artificial (IA) tan sumamente valiosa en ciertos aspectos, pero asombrosamente peligrosa en otros.

Resulta que Calíope, es una de esas nueve musas de la inspiración que nos asisten; ésta, la que nos llega (o invocamos) a la hora de hacer  poesía épica, pero, además, es la de la Elocuencia. Así las cosas, la clase política la mantiene muy ocupada, particularmente, en momentos como el de ahora en Colombia cuando faltan pocos meses para arrancar campañas electorales según el calendario electoral publicado por la instancia del caso. Palabrería, persuasión, sugestión, retórica, dialéctica y todos los demás sinónimos o acepciones de Elocuencia, son los preferidos por los políticos las 24 horas de los 7 días de la semana para potenciar su dinamismo público. Pero en campaña electoral (muy distinto a proselitismo partidista) la Elocuencia se convierte en arma imprescindible de todo, absolutamente todo discurso o presentación de un político con aspiraciones declaradas, como declarada por un ya visible candidato a la presidencia, él recibió una revelación divina.  Y entonces es aquí cuando vienen las consabidas marrullas.  Aunque los tiempos, restricciones y en general la reglamentación para llevar a efecto las actividades pertinentes o relacionadas con cada etapa de una campaña electoral en busca de los votos para conseguir una curul en el Congreso (en Senado o en Cámara de Representantes) o alcanzar la presidencia de la República, es publicada oportunamente, no se respeta como es debido, y aunque siempre se predica que habrá estricta exigencia a precandidatos, candidatos y aspirantes de todos los partidos (o por firmas) lo cierto es que en asuntos de calendario electoral para la propaganda del caso, tampoco se cumplen funciones con la debida responsabilidad en los cargos que se ostentan sujetos al  control y sanciones debidas.

Observamos cómo, en Colombia, hace rato hay debates que son patrocinados por medios de comunicación, movimientos cívicos, partidos políticos, agremiaciones, y por grupos de carácter privado, entre otros, convocados para oír o ver a precandidatos y candidatos a cargos de elección popular en los cuales se dirigen a las audiencias -por inspiración propia o por las preguntas formuladas- claramente haciendo campaña electoral. Los contenidos expuestos es tales escenarios no son posiciones ideológicas simplemente, ni ideas personales para el servicio a la sociedad, o intervenciones debido a la notoriedad en tal o cual tema, o bien en razón del reconocimiento como políticos en ejercicio con un trabajo público destacado con respecto a temas de interés nacional. Pues no, desde ya, sin ser el momento permitido, nos están invitando a “votar por mi” porque “de ser elegido (a) haré esto o aquello”; es decir, son promesas de campaña electoral. Igual está pasando en grandes ciudades y en municipios, en los que bien sea en sitios abiertos, plazas o parques, reuniendo pequeños o grandes conglomerados, o bien aglutinando ciudadanos en sitios cerrados, se está desde ahora en campaña electoral; lo que indudablemente es distinto a la inspiración permanente que acompaña a todo político para ser siempre elocuente, mover opinión pública y convencer,  pero sin  las promesas electorales que explícitamente indican “elíjanme a  mí” o  señalen: “esto voy a hacer cuando sea presidente”.

En conclusión, no estamos en las etapas, como tal, de propaganda electoral, si somos estrictos con respecto al calendario publicado por la Registraduría Nacional del Estado Civil, instancia que elabora el calendario electoral que incluye todas las actividades del proceso electoral como las diligencias por hacer, acciones propagandísticas, tareas, plazos y fechas correspondientes.