
Por Eduardo Aristizábal Peláez
La política, en teoría, debería ser el arte de gobernar y tomar decisiones que beneficien a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, en la práctica, a menudo se convierte en un juego de poder y beneficio personal.
La división entre derecha e izquierda, que tradicionalmente se ha visto como una lucha entre ideologías opuestas, puede ser más superficial de lo que parece. En realidad, la verdadera división se encuentra entre aquellos que tienen el poder y aquellos que no.
“Ser de la izquierda. Es como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil” José Ortega y Gasset.
Cuando los políticos llegan al poder, a menudo utilizan su posición para beneficio propio y de sus allegados.
Los fondos del Estado se convierten en una fuente de riqueza y poder y la política se reduce a un juego de intereses personales y de grupos. La retórica política se vuelve un mero instrumento para justificar las acciones y decisiones que se toman en beneficio propio.
La división entre derecha e izquierda se ha visto como una lucha entre ideologías opuestas, con la derecha defendiendo la libertad individual y la izquierda promoviendo la justicia social. Sin embargo, en la práctica, esta división puede ser más superficial de lo que parece. Ambos lados del espectro político pueden converger en prácticas y objetivos similares cuando están en el poder.
La verdadera división se encuentra entre aquellos que tienen el poder y aquellos que no. Los que tienen el poder pueden utilizarlo para beneficio propio y de sus allegados, mientras que los que no lo tienen se ven obligados a luchar por sus derechos e intereses. Esta división es más profunda y significativa, que la división entre derecha e izquierda.
En conclusión, la política puede ser un juego de poder y beneficio personal, más que un ejercicio de gobernar para el bien común. La división entre derecha e izquierda puede ser superficial, y la verdadera división se encuentra entre aquellos que tienen el poder y aquellos que no. Es importante reconocer esta realidad y trabajar hacia un sistema político más transparente y responsable, donde los políticos sean verdaderos servidores públicos, en donde prime el bien común, sobre el particular y no meros buscadores de poder y riqueza.
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