25 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Se nos fue un excelente amigo

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Guillermo mejia

Nota: Estamos muy tristes. Se nos fue un excelente amigo, leal, afectuoso, sincero y generoso, el exmagistrado Guillermo Mejía Mejía. Infaltable columnista de El Reverbero de Juan Paz. Sobre él, su entrañable y gran amigo, el colega Nacho Mejía, escribió este perfil humano y profesional.

El Reverbero de Juan Paz acompaña en su dolor a su esposa Aleja, a sus hijos, familiares y amigos, y en especial a Nacho.

Guillermo Mejía, un teólogo liberal y magistrado del saber

Por Nacho

Panoramapolitico.co

Dentro de la refrescante piscina y en las largas tertulias nocturnas etílicas y de picadas en el quiosco de su amañadora finca cerquita al Bredunco río Cauca, en su querido calorcito de Sopetrán, conocí toda la vida y obra de Guillermo Mejía.

Y este sábado 21 de junio cuando a las 4 de la tarde me enteré de su muerte, quedé convencido, en medio de la rabia contra el cáncer y la tristeza que me invadió, que disfruté en los últimos seis años de la presencia de un hombre culto, de un gran político sin votos, de un demócrata del conocimiento, del hombre que nos puso a dudar de nuestro largo ateísmo con sus muy bien detalladas historias de la religión católica, porque fue la persona cercana que más sabía de ese credo.

Guillermo era dotado de una agradable prosa para escribir no solo informes y tesis jurídicas, sino las maravillosas crónicas con las que tanto nos ayudó en las páginas del inolvidable periódico EL MUNDO para poder entender el militarismo en la historia de Venezuela, también la grave crisis del Medio Oriente y los ataques islámicos a Occidente con las profundas secuelas religiosas por dentro, hasta desmenuzar como coquito el ridículo diferendo entre Antioquia y Chocó por Belén de Bajirá o sobre sus advertencias de la peligrosidad del voto electrónico y los aciertos y errores en los más de cinco o seis proyectos de Código Electoral que se han intentado en Colombia tras la Constitución del 91 y para bregar a sustituir al legendario Código de 1986.

Era tan conocedor de los temas de la Iglesia Católica que su amigazo del alma, el periodista César Pérez Berrío lo tildaba con gran simpatía como el “teólogo liberal” luego de explicar y relatar magistralmente el Santoral del día en el recordado programa radial, primero, y luego digital En Tertulia junto a otro amigo de ambos el exministro Armando Estrada Villa.

De su propia voz escuché la más grata anécdota que marcó por completo su juventud. Como en todas las familias de la tradición antioqueña por allá en los años 60 del siglo pasado, era casi obligatorio tener un cura y un médico, a Guillermo le tocó el camino hacia la Iglesia y estudió el bachillerato en el Seminario de los Terciarios Capuchinos en La Estrella. Iba a rumbo a ser sacerdote, pero cuando a los alumnos los sacaban al sol y a distraerse un poquito al parque de ese municipio, la vida le cambió al ver a las chicas de esa época con las juveniles minifaldas del momento.

Se voló del Seminario, llegó a su casa, tocó la puerta, le abrió su mamá que al verlo le preguntó qué hacia allá y le respondió que no quería seguir estudiando para cura, su mamá se desmayó y Guillermo tuvo que ir a terminar sus estudios de secundaria con su hermana mayor en Bogotá. Ese episodio le cambió la vida y la convivencia con las mujeres que tuvo en su existencia de 77 años.

Fue un excelente estudiante de Derecho en la Universidad de Medellín y al terminar comenzó una larga trayectoria como abogado y jurista que lo acompañó inclusive hasta los últimos días, porque merecidamente se pensionó, pero daba una manito jurídica a los amigos con consejos y también hasta con muy bien argumentados informes. Pero hace rato no litigaba, pero si debatía y analizaba sobre grandes asuntos nacionales relacionados con las kilométricas y aburridas sentencias de los tribunales y de las Cortes que se leía completas y después nos las explicaba en detalle.

Era ordenado, pulcro, usaba colonia, se expresaba muy claro, era un ameno tertuliador, educador y contador de historias. Por él tengo en la cabeza la crónica de la política de Antioquia desde los años 70 en adelante hasta ya entrado en años este nuevo siglo.

El Partido Liberal y su militancia también moldearon su vida en la política. Muy joven, ya egresado de la U. de Medellín comenzó su activismo que se extendió hasta las dos últimas campañas en Colombia, la nacional del 2022 y la territorial del 2023.

En sus inicios trabajó al lado de César Pérez García y asistió a su primera Convención Nacional como integrante de las juventudes de ese partido. Allí César Pérez sin él saberlo lo inscribió como orador y cuando escuchó su nombre casi se orina. Pero decidido cogió el micrófono y se fajó un discurso que al otro día fue reseñado en la crónica de El Tiempo sobre la Convención.

Así despegó su extensa carrera política y en lo público por Convergencia y durante muchos años después en el Directorio Liberal Popular o el Federiquismo, al lado del gran Federico Estrada Vélez, de quien fue su mano derecha y donde soportó la rivalidad política e intelectual con Orlando Vásquez Velásquez.

En nombre del liberalismo fue secretario de Gobierno de Medellín y de Antioquia, desde las cuales fue varias veces alcalde y gobernador encargado. A su tumba se irá el secreto de cómo por él Medellín pudo acabar con El Pedrero en la Plaza de Mercado de Guayaquil y trasladar a los venteros a las plazas satélites. Y también la forma de cómo se enfrentó a un general de la Cuarta Brigada para evitar una toma militar de la U. de A. en el gobierno liberal de Alfonso López. Eso muestra el carácter y el talante liberal de Guillermo Mejía.

Igualmente le correspondió atender muchos problemas de orden público y masacres en Urabá, el Bajo Cauca y el Nordeste y medirse de frente con cabecillas guerrilleros y dirigentes de izquierda.  

En los años 90 fue gerente de los Seguros Sociales en Antioquia, y le tocó enfrentar la furia del guerrismo cuando el gobierno de César Gaviria ordenó equilibrar las cargas burocráticas en esas entidades del orden nacional. Lo intentaron tumbar con una osada denuncia por corrupción, de la que salió limpio como fueron todas sus actuaciones en las dependencias públicas que tuvo a su cargo.

Después fue rector del Politécnico y como experiencia le quedó lo que alguna vez me dijo que era el cargo que nunca volvería a ejercer en su vida por lo complicado que es ser rector allí.

Durante el gobierno liberal de Virgilio Barco dio el salto a cargos nacionales en Bogotá y fue secretario General del Ministerio de Gobierno y allí conocieron de primera mano los indicios de la guerra que el narcotráfico le declaró a Colombia. Prefirió dar un giro y se dedicó a ser asesor en el Congreso de Colombia.

Dos frustraciones que tuvo que afrontar fueron el error personal que lo llevó a no ser contralor de Medellín cuando tenía la elección asegurada y la otra es más dura y me la contó muchas veces, cuando por poquitos votos, debido a la rivalidad y los celos de Orlando Vásquez, le impidieron ser constituyente de Colombia en el 91.

Pero la vida le tenía reservada como recompensa su elección por las Cortes como magistrado del Consejo Nacional Electoral, cargo que le dio otro vuelo a su vida en el ejercicio público, pues a partir de allí se convirtió en uno de los expertos más consultados en Antioquia en los intríngulis electorales.

De su paso por el CNE quedó como tremenda anécdota el día que se le tuvo que plantar en calidad de presidente de ese organismo al presidente Álvaro Uribe y decirle en la cara que en su referendo del 2003 solo había logrado el umbral una sola pregunta. Uribe nunca más le volvió a hablar y eso que se conocían muy bien desde Medellín. Pero Mejía era socialdemócrata y Uribe neoliberal privatizador. 

Tuvo una vida familiar muy vibrante. Se casó por la iglesia cuatro veces y los tres matrimonios previos los anuló igualmente por la vía eclesiástica. No vivía con una mujer si antes no se casaba con ella por la Iglesia. Asistía todos los domingos a misa.

Su primera esposa le dio sus tres queridos hijos. La mayor una mujer que fue modelo y ahora empresaria. El que reside en Dinamarca y mi amigo y gran abogado Juan Guillermo, quien fue el que este sábado me contó de la dolorosa muerte de Guillermo y yo creyendo que era un simple lumbago como me tuvieron confundido en los últimos doce días, luego que le apareció en su finca un dolor lumbar, que afloró en un cáncer que lo mató en menos de dos semanas en la Clínica Las Américas.

De su segundo matrimonio también hay una hija que Guillermo apenas conoció hace pocos años atrás. Con la segunda y tercera no duró mucho tiempo en matrimonio y desde hace unos cinco años atrás vivía casado con la encantadora y joven Aleja, a quien conoció cuando Guillermo contribuyó a la presencia en Medellín del Politécnico Grancolombiano, además de ser el redactor de los estatutos que le dieron vida a la Universidad Luis Amigó. Era también todo un educador.

Sobre su faceta como educador y directivo de centros de estudios superiores, hay que recordar que Guillermo Mejía también fue miembro del Consejo Directivo del Ceipa, dado que era primo de Antonio Mazo Mejía fundador y Rector de la Institución.

Guillermo era un enamorado de la vida rural y siempre tuvo fincas. Recordaba con especial cariño la que tuvo en Campamento, región que conoció desde cuando su padre fue trasladado a Yarumal como profesor. Allí por un golpe de suerte se salvó de ser secuestrado por las Farc, mientras que la cabaña en el Urabá chocoano la tuvo que vender por la presencia en la zona de los paras que la querían convertir en un campamento y con esa plata adquirió la encantadora Quinta del Rio, a unos pocos kilómetros del Bredunco como los indígenas llamaban al Rio Cauca y nosotros dos íbamos de caminata junto con los tres perros Dogo, Dona y Kira, acompañados por el fiel Óscar, que tantos años lo escoltó como amigo y empleado, mientras la siempre atenta Estela preparaba el estupendo sancocho para el regreso de la caminata.

El periodismo antioqueño le debe mucho a Guillermo Mejía. Siempre fue un enorme colaborador en los últimos diez años. A ningún colega le decía que no y por grande o pequeño que fuera al medio allí estaba siempre presente con su aporte intelectual, electoral, jurídico, político y religioso.

Hace quince días lo llamé para decirle que la periodista Luisa Fernanda Restrepo quería hablar con él. Me respondió que se había tenido que regresar de la finca por un dolor lumbar que no se le quitaba. Por tal motivo con Aleja tuvo que ir a la clínica Las Américas. El dolor lumbar era un cáncer que afloró en el riñón, hizo metástasis en la columna vertebral, afectó los pulmones para morir este sábado.

Su hijo contó que siempre lo había afectado mucho el cáncer que mató a su hermano el Flaco Jaime Mejía, otro inmenso político y amigo de la prensa, luego el de mi Yiya y más recientemente el de César Pérez Berrío. Ahora el cáncer nos quitó a Guillermo Mejía.

Pero vivió plenamente. Estudió, viajó, se enamoró, militó, ejerció el poder, se arriesgó, ayudó y qué gran caballero y señor.

Gratitud eterna Memo.

Quedan para la historia de Guillermo otros dos hijos impresos en libros.

La gran herramienta para entender lo electoral y lo jurídico en “Régimen jurídico de las elecciones en Colombia”. Y una novela sobre la extraña muerte de cuatro dirigentes liberales en un pueblo de Antioquia y no por política, sino a causa de una misma mujer, que muy pocos hemos leído en borrador y que la editorial de Unaula debería publicar como homenaje a un hombre que tanto cariño tuvo por este centro de estudios.