
Por Eduardo Aristizábal Peláez (Foto).
La libertad de expresión y la libertad de prensa son derechos fundamentales que deben ser protegidos, especialmente en eventos tan visibles como los partidos de fútbol. Es un tema bastante complejo y delicado.
La CONMEBOL, como organismo que rige el fútbol en América del Sur, tiene sus propias políticas y protocolos que, en ocasiones, son exageradamente restrictivos y violatorios. Han establecido reglas sobre quién puede acceder a los estadios, qué tipo de entrevistas se pueden hacer y en qué momentos. Esto se hace en parte para mantener el control sobre la imagen del evento y para garantizar que se sigan ciertas normas de seguridad.
Sin embargo, esto puede entrar en conflicto con el derecho de los periodistas a hacer su trabajo y cubrir los eventos de manera adecuada. En muchos casos, las restricciones pueden limitar el acceso a jugadores, entrenadores o incluso aficionados, lo que resulta en una cobertura menos rica y menos diversa de los eventos deportivos. Es un tema que ha sido objeto de debate en varias ocasiones.
Ya se volvieron consuetudinarias las situaciones en las cuales los periodistas han protestado por no poder hacer su trabajo profesional, en forma responsable, lo que ha llevado a discusiones sobre la necesidad de encontrar un equilibrio entre la organización del evento y la libertad de prensa.
Un ejemplo notable es el caso del Mundial de Fútbol, donde a menudo hay tensiones similares. En varias ocasiones, los periodistas han tenido dificultades para acceder a ciertos espacios o a las declaraciones de los jugadores, lo que ha llevado a críticas sobre la falta de transparencia y acceso a la información.
Ya es hora, porque es fundamental que las organizaciones deportivas encuentren maneras de permitir una cobertura mediática efectiva sin comprometer la seguridad o la imagen del evento. La presión de los medios y la opinión pública a menudo juegan un papel crucial en estos debates.
Estas situaciones, ya comunes, son realmente preocupantes y subraya una situación que se ha vuelto permanente en ciertos contextos, donde la libertad de prensa se ve comprometida incluso en situaciones que claramente no están relacionadas con el evento en sí. En este caso específico, la intención de un periodista de preguntar sobre un tema tan serio como las tragedias causadas por la ola invernal debería ser valorada, ya que se trata de una cuestión de interés público que afecta a la comunidad, como sucedió esta semana, en el Estadio Atanasio Girardot cuando un reportero de televisión quiso inquirir, al Gobernador del departamento por los efectos de la ola invernal en el departamento, información importante, del momento, totalmente ajena al futbol y un chiflamicas, representante de la Conmebol, persiguió y en forma vehemente lo amenazó con retirarle la escarapela y sancionarlo. No permiten los reyes de la Conmebol entrevistas, ni siquiera, fuera del estadio, en la periferia.
Y que decir de la política humillante y a todas luces violatoria de los derechos Humanos, de amarrar con un cordel a los reporteros gráficos para permitirles el ingreso a la gramilla, como si fueran fieras salvajes. Aquí viene a mí memoria nuestra popular frase, “el ladrón juzga por su condición.” Y esto sucede en un escenario del Estado, escenario público.
La decisión de restringir el acceso a un periodista por querer hacer preguntas sobre un tema de gran relevancia social puede interpretarse como un intento de silenciar voces que podrían criticar o exponer problemas que no son cómodos para los organizadores o las figuras presentes en el evento. Esta es una clara violación de la libertad de expresión y demuestra cómo, en algunos casos, las instituciones pueden priorizar su imagen o el control del mensaje sobre el derecho a la información.
Un ejemplo similar podría ser lo que sucedió en algunos eventos políticos o deportivos donde se ha limitado el acceso a la prensa para evitar preguntas incómodas. En el caso de la política, se han visto situaciones en las que los funcionarios públicos intentan controlar el discurso y evitan preguntas sobre temas delicados, lo que genera un clima de desconfianza y frustración entre los periodistas y la audiencia.
Es esencial que los medios y las organizaciones de derechos humanos se posicionen sobre estos temas. La presión pública, así como el apoyo de asociaciones de periodistas, puede ser crucial para garantizar que se respete la libertad de prensa. Además, situaciones como estas resaltan la importancia de que los periodistas se organicen y defiendan su derecho a informar, incluso en entornos donde se sienten amenazados o censurados.
Tan grave como lo anterior es la política de los clubes colombianos de futbol, aupados por la anterior presidencia de la Dimayor, que llenaron sus oficinas de prensa de jóvenes comunicadores, unos pocos periodistas, que se inventaron también sus propias políticas violatorias de la preceptiva y principialistica del periodismo, pues no la conocen, violando también derechos fundamentales de los verdaderos profesionales del periodismo.
Espero que esta situación pueda cambiar y que los periodistas tengamos la oportunidad de hacer nuestro trabajo de manera libre y responsable.
El dicho «bueno es culantro, pero no tanto» es una expresión popular en Colombia que se usa para indicar que algo es bueno, pero que hay que tener cuidado de no exagerar o ir demasiado lejos con ello. Es una forma de recordar que incluso las cosas que consideramos positivas pueden tener un límite, y que el exceso puede resultar contraproducente.
Mientras tanto la ACORD, sigue dedicada a sus actos sociales, comerciales, su presidente, servidor público, activista político, sigue dedicado a sus relaciones públicas y la dignidad del periodista deportivo, pisoteada inmisericordemente.
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