24 octubre, 2025

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Virtudes públicas y vicios privados 

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Por Darío Ruiz Gómez

Rodrigo Borgia, fundador de la dinastía familiar de César, maestro éste de la traición, de la intriga, cruel; tratará hasta conseguirlo en convertirse en el Papa Alejandro VI. Decimos virtudes públicas y vicios privados porque esto es lo que intentó Rodrigo, ser un gran Papa haciendo grandes obras para la historia como el descubrimiento de América a través de Colón y los Reyes Católicos, pero persistiendo en una vida privada dedicada al vicio, a la infamia.

En nuestra época moderna muy pocos han logrado conjugar las virtudes públicas con los vicios privados ya que con el perfeccionamiento de las cámaras espías se ha logrado hurgar hasta en los más recónditos rincones de casas, oficinas, moteles, de manera que cada vez la vida privada es asaltada por funcionarios de seguridad o por simples paparazzis dedicados a crear escándalos pillando algún desliz sexual de algún personaje de la vida pública o alta vida privada.

El Presidente de una nación debe atenerse al cumplimiento de las normas de conducta que le exige su papel de ejemplar dirigente de una comunidad. Es el dominio del cuerpo o de las emociones al estar en una ceremonia, al presidir una cena oficial.

Llegar tarde y en malas condiciones físicas a una ceremonia pública es ante los ojos de la ciudadanía cometer un grave pecado al demostrar que sus vicios privados están por encima de la conducta pública que le exige la ética al ser el representante de una Comunidad.

Recuerdo la historia de aquel Presidente de un país latinoamericano que pudo ser un gran gobernante pero el alcohol terminó por destruir su vida privada y debió renunciar a su cargo. Traigo a cuento esta historia luego de leer las insidiosas insinuaciones que el excanciller Leyva, un intrigante, un ventajoso urdidor de tramas en la sombra para su beneficio personal, ha hecho sobre la presencia del alcohol y la droga en la vida privada del Presidente Petro.

Como en la célebre balada aquí se le puede responder a Levya: ¡Ya lo sabía! ¡Ya lo sabía! Porque la vida privada de Petro ha sido pública hasta en los más mínimos secretos que ha querido ocultar, su homosexualidad por ejemplo. El alcohólico, el vicioso necesitan de compañeros de aventuras lo que, naturalmente despierta una morbosa curiosidad sobre quiénes serán esos compañeros(as) de juerga. 

Victoria Camps se ha encargado de recordarnos lo que son las virtudes públicas en especial para un gobernante: la Excelencia, la Tolerancia, la Responsabilidad y la Solidaridad, virtudes que desde luego están imposibilitados de cumplir los ignorantes y sobre todo los incompetentes o diría yo unos funcionarios como los que le han hecho compañía que solamente pensaron en enriquecerse rápidamente al pregón de “que lo que nada nos cuesta volvámoslo fiesta”.

¿Qué sienten las autoridades municipales y los ciudadanos de una comunidad después de tener que esperar cuatro horas a que el Presidente llegue en malas condiciones físicas y suelte un discurso casi cantinflesco repitiendo lugares comunes sobre un pueblo que no conoce?

El alcohol y las drogas ablandan con largas resacas el cerebro e impiden recordar las tareas fijadas aun cuando las repita una funcionaria leyendo de un computador, de ahí la imposibilidad de cumplir con las promesas que anunció al comienzo de su mandato como las de la carretera Panamericana en el Sur.

En “Estética de la desaparición” ya nos había recordado Paul Virilio que solamente exhiben su vida privada las gentes vulgares.