Por Gerardo Emilio Duque
Un día me llamó el gago Carlos Mario Escobar a la oficina de la Asamblea de Antioquia a preguntarme qué hacíamos ese viernes por la tarde. En medio de la conversación, el gago me dice: e ee eee eee espérate, Gerardo, que aquí al frente veo una vieja con un cuerpo espectacular, alta y bonita que que que que que que me está haciendo señas, ahora te llamo que me está llamando y yo no no no no voy a perder la oportunidad de sa sa sa sa sa salir con una vieja de esas. Te cuelgo y ee ee ee ee en se se se seguida te llamo.
A los diez minutos me llamó y me dijo: Gerardo, gue gue gue gue guevón, la vieja era tu tu tu tu señora Ma Ma Ma Ma Margarita.
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Cuando yo era estudiante de Derecho en la Universidad de Medellín tenía un Renault 6 rojo cereza. En una oportunidad iba en mi carrito solo y en la glorieta de la América observé a mi amigo ex jugador del Medellín y brillante funcionario de Edatel, Carlos Julio Jaramillo Ramírez, a quien le pregunté que para donde iba y me contestó para Santa Mónica, Gerardo. Le dije: venga lo llevo, pero me acompaña a unas vueltecitas antes.
Carlos Julio se montó al Renault y simultáneamente una señora por ahí de 40 años más o menos presentable, se subió a la parte de atrás del carro. Yo pensé: esta debe venir con Carlos Julio, será una pariente o será la del servicio.
Arranqué común y corriente, hice las vueltas. Terminaba cada una de ellas, subía al carro y seguía mi marcha con Carlos Julio y la señora seguía ahí.
Los invité a buñuelo y Coca Cola en la plaza de la América. La señora se bajó con nosotros, se comió su buñuelo, se tomó su Coca Colita y se volvió a subir al carro.
Durante todo el viaje no habló ni una palabra, callada, malacaronga, con los brazos cruzados seguía de pasajera. Llegamos a la casa de Carlos Julio. Este se bajó y se entró y la vieja se quedó en el carro. Yo salí presuroso a mi casa a llamar a Carlos Julio y le pregunté: oíste esa vieja qué, no venía con vos. No, ella no venía conmigo, yo creí que venía con vos. Me asomo por la ventana y la vieja ahí sentada en el carro.
Todo asustado me monté al vehículo y le pregunto: señora usted pa’ dónde va. Y me contesta con un tono de ultratumba: voy pal’ infierno con usted.
Dios mío era una puta loca a la que trastié toda la tarde en mi carro. Y arranqué emberracao para la estación de policía de San Joaquín. Se necesitaron cuatro uniformados para sacar esa vieja del carro.
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Como estudiante de cuarto año de derecho ya llevábamos algunos casitos de consultorio jurídico. Con esa goma de ser profesionales como los médicos, que a los dos días de estudio cargan el estetoscopio para todos lados.
Jaime Acosta, mi compañero y yo nos fuimos en bus para Entrerrioss a una diligencia judicial. Yo cargaba un Código Penal, haga de cuenta un ladrillo de Catedral. Y Jaime cargaba un Código Civil que parecía un cojín estorboso y duro.
Pusimos los libritos en las gavetas donde ponen las maletas los pasajeros y en un giro brusco que dio el bus en carretera esa gaveta se abrió y los códigos salieron despavoridos y le cayeron encima a un pasajero. Y un borrachito que venía dos bancas más atrás, se para y dice: ahí le cayó todo el peso de la ley.
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En un examen de sucesiones, cátedra que dictaba el recordado profe papá Vieira en la Universidad de Medellín, la tarea era hacer el ejercicio de liquidar una sucesión repartiendo los derechos hereditarios, examen que yo perdí. Papá Vieira me dice: Gerardo Emilio, qué pasó, usted como es de juicioso, cómo pierde de esa manera. Yo le dije: no sé profe, lo único que me deja tranquilo y me queda como consuelo, es que le dejé mucha plata a esa berraca viuda.
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Al humorista Mario Betancur “El Preso”, como artísticamente era conocido, lo invité una vez al centro de reclusión departamental de Yarumito en Itagüí.
En medio del show, “El preso” Betancur, simulando que hablaba con la mamá, decía por el celular: amá estoy en Yarumito, está perdida, si quiere llegar fácil donde estoy, coja la ruta del crimen que llega derechito. Los reclusos apenas se miraban. Seguía el diálogo: amá, los políticos debían preocuparse más por las cárceles, por las condiciones de higiene y salubridad. Y la mamá dizque le responde: no mijo, primero las escuelas, los colegios, las universidades. Y contesta “El preso” Betancur: amá, por allá ellos ya pasaron.
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En esa visita carcelaria, reunidos con el director, los presos se estaban quejando de la comida horrible, mal sana, cruda y podrida. Y el director era un abogado muy jocoso, y pragmático, les dijo a los presos: tienen toda la razón, la comida es muy mala, si yo fuera ustedes, no venía a comer aquí.
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Uno de los políticos que colaboró con la creación del centro de reclusión Yarumito, aparece en una placa conmemorativa en el patio principal de la cárcel y ese político inaugural estuvo recluido en dicho centro, sancionado penalmente y la celda que le tocó estaba al frente de la placa, la veía todo el día.


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