15 octubre, 2025

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Qué lee el maestro Gardeazábal: Perfume de Cadmia

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Gardeazabal

Memorias del profesor Fabio Martínez, editó Pigmalión.

Quien oiga dictar una cátedra al profesor caleño Fabio Martínez no se imagina que detrás de esa cordialidad generosa con que envuelve sus palabras en tono disminuido, hay un acumulado de vivencias, desde sobrecogedoras hasta insignificantes.

Sobre todas ellas y añorando el olor de los árboles de cadmia que perfumaban las calles del Cali de su infancia, el profesor Martínez ha escrito su autobiografía, que, aunque modestamente llame Memorias son un repaso del trasegar que él ha tenido. Por eso lo ve uno criándose en una casa con 7 tías bailarinas y sin hermanos. O actuando como músico ambulante en el Metro de París cuando se fue de limosna a Europa a obtener finalmente uno de los tantos grados académicos que ostenta.

Pero como todo ese recorrido es el de un profesor común y corriente, así haya publicado casi una docena de libros y dictado conferencias en muchos países, la prosa con que tan suavemente va uniendo los distintos cuadros de su vida, arma un collage más en blanco y negro que en el color que deben haber tenido esos momentos. Por eso se lee con tanta facilidad, aunque puede llevar a extremos injustos en su calificación puesto que no hay una sola página en donde el aplaudido profesor de Univalle o el columnista de El Tiempo use la envidia o la venganza al repasar lo vivido.

No importa que en otras se cree Ulises y hasta caiga en el recato de pasar superficialmente y sin detallarlas, sus vivencias con las varias mujeres que le ayudaron a hacer su camino, a veces tortuoso.

En cambio, recuerda siempre con cariño a los gatos que han dormido a su lado y no se vuelve héroe por haber militado en el troskismo o haber aguantado el frio canadiense mientras obtenía el doctorado.

Leerlo entonces es encontrarse con el generoso maestro y amigo que resbala en las trampas de la lujuriosa vida del mundillo literario, pero no toma rencores ni mucho menos desquites.

Un libro que refleja a su autor y a su tiempo, pero construye con su vida no una catedral gótica, sino una iglesita tan cariñosa como la de la colina de San Antonio, a donde llevan todas las calles de ese primigenio barrio caleño en que lo criaron las Martínez mientras le enseñaban a bailar, a ser músico y sobre todo a resistir.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.