
Por Gabriel Zapata Correa (Foto)
Como se dice popularmente, en este caso específico de la política colombiana, Dios los cría y ellos se juntan.
Si no fuera porque los colombianos conocemos los antecedentes históricos del expresidente Juan Manuel Santos, y el pasado y el presente del presidente Gustavo Petro en materia de clientelismo burocrático y de corrupción, diríamos que se juntaron por el bien de Colombia.
Pero desafortunadamente ambos adolecen de unas características comunes que los unen, y que los convierten en los mejores socios para hacerle el daño que tiene a Colombia en el desastre, alimentado por los peores niveles de corrupción de la historia, pero eso sí en beneficio de sus intereses personales y de sus compinches eternos.
Santos viene gobernando al país ocho años de su nefasto mandato y el tiempo que lleva Petro. O sea, diez años siempre en el poder. Tres de los principales rasgos de los Gobiernos de Santos fueron la mentira, el engaño y la corrupción. O Ya se les olvidó que Santos engañó a los pensionados con el anzuelo de rebajarles sus aportes de la salud, y después, con su ministro de Hacienda a la cabeza, Mauricio Cárdenas, ¿tuvo la desfachatez de salir a decir que eso no era posible, cuando ya todos habían caído en la trampa de sus triquiñuelas?
O También se les olvidó la promesa de que no subir los impuestos en Colombia. Fue el 25 de mayo de 2010, cinco días antes de la primera ronda de las elecciones presidenciales, y Juan Manuel Santos repuntaba como uno de los favoritos para ocupar el cargo que en ese momento dejaba Álvaro Uribe Vélez.
Entonces, la campaña de Santos tenía dos poderosos caballitos de batalla: la continuación de la política de seguridad democrática que implantó Uribe durante ocho años y acorraló a las Farc, y la protección del bolsillo de los colombianos impidiendo un alza en los impuestos.
“No se debe aumentar el IVA ni el impuesto a la renta, las reformas tributarias generan inestabilidad jurídica”, dijo el candidato del partido de la U, Juan Manuel Santos, durante un debate presidencial que organizaron CityTv y W Radio.
En ese mismo debate, Santos criticó a su principal adversario, el exalcalde de Bogotá Antanas Mockus, quien sí se mostró partidario de una reforma tributaria.
“Y le digo, profesor Mockus: ese impuesto que usted quiere crear les afecta terriblemente a los pobres”, fue la frase que pronunció Santos.
Después de la primera vuelta, que Santos ganó con una diferencia de más de 20 puntos porcentuales sobre Antanas Mockus, el entonces candidato del uribismo juró y rejuró que no tocaría las tarifas de los tributos de los colombianos.
“Le puedo firmar sobre piedra o sobre mármol, si es necesario, que no voy a incrementar las tarifas de los impuestos durante mi Gobierno”, dijo Santos en un foro sobre gestión pública el 2 de junio de 2010.
Posteriormente ya de presidente de la República, economista de la Universidad de Kansas y doctor en Administración Pública de la Universidad de Harvard, manifestó su rechazo al 4 por 1000, “un impuesto absolutamente antitécnico”, y explicó por qué en Colombia no era necesaria una reforma tributaria:
“El mercado dice que es perfectamente factible que Colombia siga creciendo sin aumentar los impuestos”, y en cambio “mejorar los sistemas de recaudo, sin tocar las tarifas”.
Después hizo tránsito en el Congreso el proyecto para rebajarle los aportes a la salud de los pensionados del 12 % al 4%. Pero Santos y su ministro Mauricio Cárdenas lo objetaron y les amarraron conejo a los pensionados. No valieron las protestas. Otro gran engaño.
¿Y qué tal la negociación con los criminales terroristas de las Farc, a espaldas de todos los colombianos? ¿Cuántos días de cárcel han pagado estos terroristas secuestradores, violadores de niñas y reclutadores de menores de edad? ¡Ni uno!
Pero, es más, la Fiscalía comprobó el ingreso de dineros de Obredecht a la segunda vuelta de su campaña presidencial, cuando derrotó a Oscar Iván Zuluaga. ¿O es mentira que el gerente de su campaña, Roberto Prieto, fue condenado a cinco años de prisión e inhabilitado por 12 años por la Procuraduría General de la Nación? Santos es el simbolismo de la corrupción.
Pero hay más. No es un simple hecho coincidencial que los dos principales alfiles de Santos en el Congreso, Armando Benedetti, conocido de autos por diversos y comprobados actos de corrupción, y Roy Barreras, quien ha estado en todos los gobiernos por su ambición clientelista, sean hoy los pilares de fundamentales del gobierno corrupto e ineficiente de Petro.
Santos gobierna al lado de Petro. Siete de sus alfiles toman decisiones en Palacio con Petro, seguramente con el apoyo de su jefe Santos que arrodilló el país ante las Farc, y que llegó al poder gracias a Odebrecht.
Una tenaza fatal que nos quiere seguir gobernando desde el 2026.
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