
Por DarÃo Ruiz GómezÂ
Un territorio, valga la pena insistir sobre ello, no es un espacio urbano o geográfico determinado solamente por lÃmites convencionales sino determinado por usos del suelo y costumbres sociales, por la construcción de un paisaje.
Cuando tal como hoy se está viviendo en casi todas las regiones de Antioquia una transición entre lo urbano y lo rural, el Ordenamiento busca entonces organizar los efectos de este choque para no causar violencia sobre los moradores y la irrupción incontrolada de las inmobiliarias privadas que, a través, sobre todo, de la corrupción en la concesión de licencias de construcción están creando el caos, propiciando la desigualdad social y destruyendo el paisaje que es un Patrimonio intangible.
Un proceso que a través de más de diez años he venido analizando en Oriente y MedellÃn y traigo de nuevo a cuento en el momento en que una vez más la burbuja inmobiliaria pareció crecer inmoderadamente y hoy se derrumba y comienzan a aparecer la inseguridad, la infiltración de delincuentes, los edificios abandonados y la nueva lista de ciudadanos estafados. Lo que constituye una palpable demostración del desordenamiento territorial a que ha propiciado, para mÃ, irremediablemente, la concesión de tantas y tantas licencias de construcción sin que las respectivas oficinas de Planeación hubieran reclamado la previa urbanización de los territorios o sea el ordenamiento territorial para dar racionalmente el salto entre lo que se considera urbano y lo que se considera rural, la desorbitada densificación.
A esto hay que agregar los imponderables que surgen con el desplazamiento urbano tal como sucede respecto a MedellÃn, cuando no se ha considerado la cualificación de los grupos de desplazados ni se han previsto los espacios para una nueva vida cÃvica.
Pero, ¿cuál es hoy el concepto de territorialidad a recurrir ante los desajustes que la violencia, movida por las nuevas economÃas, casi que avisadamente, ha ido causando en Colombia modificando radicalmente las antiguas nociones de región y población? ¿Cuál el concepto de municipio o de departamento, pero sobre todo de territorio urbano al cual debe enfrentar en este momento el Director del Departamento de Planeación Nacional no precisamente un especialista sino un polÃtico de Directorio? ¿Cuándo como en el caso aberrante de Jamundà donde mediante el terrorismo se pretende imponer un violento cambio de dueños de este territorio?
Pero ha llegado a MedellÃn la inevitable gentrificación de los barrios tradicionales tal como lo han hecho en el mundo con la Roma popular, con el Madrid popular, eso sà renovados con los diseños del Marketing y un disfrazado planteamiento de renovación urbana.
SÃ, claro y el shock del turismo igualmente considerado como un acontecimiento económico inevitable que es necesario encauzar debidamente tal como se está haciendo afortunadamente.
Pero ¿dónde están las nuevas vÃas, dónde están las aceras que permiten largos recorridos a pie ya que ciudad que no se camina no existe porque el aislamiento impide el intercambio social y dónde está la urgente regularización de los alquileres para que no caigan en manos de los especuladores?
El viejo concepto de Planeación urbana ha sido sobrepasado por el crecimiento de su población y los nuevos usos del suelo, lo que supone la necesidad de un replanteamiento de la estructura urbana, de reconocimiento de la diversidad cultural.
No es que no existan las normas que impiden que las carreteras de Oriente o las calles de MedellÃn continúen siendo asaltadas por fritangas que impiden la libre circulación del peatón, sino que sigue sin hacerse in si tu la verificación de las causas que han llevado al colapso vial permanente y al crecimiento de la fealdad urbana.
¿Un Plan de Desarrollo cada tres años o sea sin posibilidades de continuidad? ¿No era necesario para esta tarea haber contado a tiempo con urbanistas, diseñadores de nuevas vÃas, paisajistas, ingenieros hidráulicos y no con burócratas de ocasión?
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