
Poe Francisco Becerra
Hace 4 años estuve a punto de morir por causa del COVID-19. Al revisar mis escritos de esa época, recordé cómo en 2020 y 2021, durante el confinamiento por la pandemia, sentimos que la sociedad se humanizó e incluso llegamos a pensar que seríamos distintos a partir de ese momento.
Parece mentira que fuimos solidarios, que ayudábamos a quienes estaban en peores condiciones, e incluso afloró una luz de generosidad en todos los estamentos de nuestra vida social.
Me atreví a presagiar que de ese momento en adelante comenzaría una nueva era en las costumbres humanas y empezaría el renacimiento del humanismo, donde el hombre, y no el dinero, serían el eje de esta época.
Cuán equivocado estaba. Ya nadie recuerda el confinamiento, ni la solidaridad de los vecinos, ni el apoyo a los más necesitados; parece que nunca hubo pandemia, que solo fue un mal sueño o sueño maluco del cual nos despertamos peores.
Cuatro años después estamos más pugnaces. Se quiere destruir al que no está de acuerdo con nuestros pensamientos, borrar de la faz de la tierra a quienes tienen ideologías distintas a las nuestras. Nos polarizamos más. Vemos naciones arrasar a otras, como sucedía en tiempos bárbaros, y no nos inmutamos. Somos cada vez más egoístas.
La teoría de que después del confinamiento por la epidemia la humanidad volvería a buscar refugio en las religiones y que se resaltaría el espiritualismo resultó totalmente falsa. Cada día somos más materialistas y alejados de las divinidades.
La pandemia parece haber alborotado lo peor de nuestra naturaleza y volvimos al “sálvese quien pueda”. Increíble que esto haya pasado en tan solo 4 años. Qué frágil es la memoria colectiva: parece que nunca hubo confinamiento por la pandemia.
Ñapa: Maduro se posesionará en un mes a pesar de Trump y de la Unión Europea. Colombia lo reconocerá como presidente a pesar de haber cuestionado la falta de actas de la elección. ¡Qué vergüenza!
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