
Por Darío Ruiz Gómez (foto)
La suerte de la clase pensante que es fiel a la responsabilidad de hacer respetar la libertad de expresión o de credos, de afirmar una universidad plural y nunca ni en ningún momento confesional, ha sido la de la creciente persecución, la desaparición de la cátedra libre, el exilio interior.
La negación del disenso, es decir recuperar el derecho a la libertad donde se ha perdido. Volver la mirada hacia lo que sucedió con los pensadores críticos en la Unión Soviética o igualmente durante los regímenes totalitarios de Hitler y Stalin, etc, es traer al presente el significado de una infamia cuyos métodos de represión de la libertad no han dejado de repetirse en regímenes donde los principios políticos civilistas han sido usurpados por el dogmatismo de ideologías irracionales.
John Gray el importante pensador inglés es el autor de un gran texto, “Los nuevos Leviatanes” (Sexto Piso Editor) donde actualiza el panorama de las realidades postpandemia, la desaparición del globalismo, aquello que hoy se dirime en la vida pública y en universidades y centros de cultura en los cuales la insania de los canceladores, cortacabezas de estatuas, destructores de museos –como el Museo Nacional-, intenta arrasar con la educación superior. “La cháchara ociosa de lo Woke anula el debate sobre las jerarquías sociales” y “La compartimentación de las sociedades en identidades grupales, étnicas, perpetúa e intensifica las divisiones raciales”. Y agrega Gray: “esto es un síntoma de la enfermedad de la que pretende ser remedio”. En la situación colombiana de las universidades públicas y privadas -también éstas infectadas de ideologías cancelatorias- continúa el asalto al humanismo ya condenada en su momento por intelectuales como Chomsky y hace poco por los más importantes catedráticos e intelectuales ingleses solicitando el retorno a la universidad crítica, investigativa.
La camuflada tarea de destrucción de la Universidad se ha venido haciendo en Colombia desde hace treinta años y con una regularizada conspiración contra la educación libre, contra el conocimiento que desde la razón nos conduce hacia la libertad, una experiencia cruda que acreditan mis 30 años como profesor universitario y que las teorías del leninismo han desarrollado bajo estrategias como el recurso sistemático al llamado Paro de actividades académicas ahora con el matiz de un declarado terrorismo cuya finalidad consiste en crear en el profesorado y en los estudiantes una inestabilidad emocional ante el Horror Vacui que se abre, el desánimo ante la destrucción de los argumentos del diálogo y la desaparición de los contenidos éticos de la cultura y la ciencia. Hechos palpables como el arrasamiento de bibliotecas-cuatro veces quemó las FARC la biblioteca de la UIS- laboratorios, prohibición de textos anti-revolucionarios, acciones destructivas que mutan de nombre pero siguen en su tarea de atentar contra la Cultura, el pensamiento y el significado de la Universidad.
Desde hace cuántos años vienen repitiendo la monserga de si Universidad burguesa o Universidad popular sin que hayan dado una propuesta. Hoy nos enfrentamos a una curiosa situación ya que quienes han llegado al poder fueron hasta hace poco militantes, furiosos detractores de la tarea emancipatoria de la Universidad humanista, guerrilleros, personajes de acción y no de pensamiento a los cuales la praxis política ha colocado ante la inédita disyuntiva de tener que reconocer que son corruptos vulgares tal como lo demuestran los distintos documentos o pretender hacernos creer que la corrupción sigue siendo un “acto de fe en la revolución”
Ante este desagradable escándalo-espectáculo de burda corrupción del Gobierno al cual estamos asistiendo lo que se debe juzgar es el desastroso balance de las políticas del etnicismo, del feminismo totalitarista, de la caricatura del identitarismo, que como un Leviatán, han servido para mantener a las comunidades, a la universidad bajo otras formas de servidumbre hasta convertirse en la mayor amenaza contra, repito, nuestras precarias conquistas democráticas.
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