
Por Oscar Domínguez G.
De pronto nos acostamos aliviados y despertamos con insólitos hermanos en el árbol genealógico. Son los cuñados o hermanos políticos. Brother in law, (hermano en derecho, o por derecha, en traducción arracacha), les dicen en inglés.
No tengo quejas del azar, de la ternura, ni de los cuñados y cuñadas que me tocaron en la repartición de parientes políticos.
Siguen felizmente en circulación Tatyana Aristizábal, Gerardo Acosta, marido de Amparo, William Jaramillo, matrimoniado con Lucy, envigadeños de todo el carriel, y Leo Bello, rolo de todo el ajiaco, ala, casado con Piedad, la Pimimiña, la menor de la culecada Domínguez Giraldo.
Gerardo, ingeniero de la UPB y armador de carros antiguos en su ocaso, enemigo personal de celebrar, acaba de cumplir ochenta octubres. Sólo se dejó acompañar en su día de la primera línea de sus ternuras. Japiberdi, cuña. Hace poco, el 7 de octubre, le cantamos el feliz cumpleaños a William por sus 77.
Para torcerle el cuello a la cotidianidad, el hombre que patentó pecadillos inútiles como la gula y la avaricia, no ha tenido la lucidez de crear el día del cuñado para invitarlos así sea a “cuñar” una mesa coja.
El más famoso de la cofradía ha sido Onán, a quien Dios, que no se para en pelos, sacó de circulación porque, sin ahorrarse el gustico, le puso conejo a su cuñada y se abstuvo de darle descendencia (Gn. 38.9).
Mis cuñados tuvieron que pelar muchos cocos con la uña antes de alzarse con mis hermanas en santo “mártirmonio”. Tenían un suegro retrechero que no quería saber nada de pretendientes. No, señor, que sus pipiolas casaderas estudiaran primero. La epístola de Pablo podía esperar.
Cuando mi taita entraba de sorpresa por la puerta del garaje en la Casa Rosada de La Magnolia, diagonal a La Bota del Día, los estupefactos romeos salían por otra, acosados por sus asustadas julietas. Al final de la andadura, suegro y yernos fueron los mejores amigos y cómplices.
¿Cómo no estar agradecidos con los cuñados si evitaron que mis bellas, íntegras, solidarias, impetuosas, tiernas, aguantadoras, camelladoras y talentosas hermanas se quedaran para desvestir santos de palo de los que circulan en las procesiones de Envigado?
Eran de domingo de misa de doce en la Iglesia de Santa Gertrudis la Magna. A la misa seguía fresco en la heladería Mi Casa, vespertina doble en el teatro Colombia y, de pronto, la vuelta a oriente si ellas conseguían permiso.
De nuevo, felicitaciones, Gerardo, en tus ochenta.
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