15 octubre, 2025

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Más allá del espejo

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Gloria Montoya

Por Gloria Montoya Mejía 

No podía creer lo que escuchaba. En un reciente podcast, la reconocida actriz Kimberly Reyes compartió las razones detrás de su ausencia en la pantalla. Y, a propósito, ¡cuánto se le extraña a esta talentosa mujer! En su relato, habló del sufrimiento físico que experimentó tras someterse a varias cirugías plásticas. Pero, sobre todo, reveló el profundo proceso emocional, mental y espiritual que está atravesando para sanar por completo. 

Con la sinceridad y honestidad que siempre la ha caracterizado, Kimberly, esta alegre y carismática costeña, dotada de una belleza y talento incomparables, abordó un tema que necesita ser discutido en muchos espacios: la obsesión con la belleza perenne y la juventud eterna. 

La actriz narró, con una mezcla de tristeza y reflexión, cómo la presión de las redes sociales comenzó a pesar sobre ella. Los comentarios críticos de sus seguidores hicieron que un día dejara de verse en su propio espejo, y comenzara a verse a través del espejo de los demás. Opiniones ajenas, muchas veces nacidas de la insatisfacción o envidia de otros, moldearon una imagen que no le pertenecía. Así, poco a poco, fue sucumbiendo al ego y a la necesidad de complacer a los demás, atrapada en el miedo al qué dirán. 

Este fenómeno no solo afecta a figuras públicas como Kimberly. En un mundo hiperconectado, todos estamos expuestos a esa presión constante de perfección, de cumplir con estándares irreales de belleza y juventud. Y es aquí donde radica el verdadero mensaje que, entendí, Kimberly quería transmitir: el problema no es la cirugía plástica ni los cirujanos, ni siquiera los procedimientos estéticos que buscan mejorar o corregir ciertos aspectos físicos. El verdadero problema surge cuando se llega a esas decisiones por imposición social, por la presión de agradar a otros o por cumplir expectativas que no resuenan con el verdadero deseo interno. 

A pesar de todo, lo que parece claro es que Kimberly ha logrado algo invaluable: volver a encontrarse a sí misma. Quizás, en el pasado, no valoró plenamente lo que tenía, no fue consciente del tesoro que poseía. Pero ahora, tras esta experiencia, ha regresado con una lección para compartir, una lección que resuena con las palabras del poeta argentino Francisco Luis Bernárdez: 

«Si para recobrar lo recobrado
Debí perder primero lo perdido
Si para conseguir lo conseguido
Tuve que soportar lo soportado
Si para estar por fin enamorada
Fue menester haber estado herida
Tengo por bien sufrido lo sufrido
Tengo por bien llorado lo llorado
Porque al final de todo he comprobado
Que no se goza bien de lo gozado
Sino después de haberlo padecido
Porque al final de todo he comprendido
Que lo que el árbol tiene de florido
Se alimenta de lo que tiene sepultado”.

Kimberly nos enseña que a veces, para vernos realmente, tenemos que atravesar el dolor de no reconocernos. Y que, al final, la belleza más auténtica es aquella que florece desde lo más profundo, alimentada por las raíces de nuestras propias experiencias y aprendizajes.