
@eljodario
Los seguidores de las encuestas bimensuales de opinión se alarmaron la semana anterior porque Invamer le restó de un solo tajo 9 puntos al grado de favorabilidad del alcalde de Cali, Alejandro Eder.
El que quien haya sufrido un bajón tan extremo sea un alcalde mediático, reconocido nacionalmente como decente y pintando como promesa, podría parecer inexplicable. Pero la verdad es que alrededor de la buena imagen nacional en prensa, radio, tv y redes hay una pared si no por lo menos falsa, muy contradictoria.
Eder llegó a gobernar con un formidable gabinete de antiguos viceministros y de destacados exfuncionarios nacionales, pero ajenos como casi todos los bogotanos al tejemaneje menudo de una ciudad controlada por las bandas criminales, la plata cómplice de los traquetos y sobre todo desencuadernada por el desorden ciudadano que destapó cual volcán que no se ha apagado el mal llamado estallido social.
Como a muchos de esos integrantes de su gabinete les quedó grande la labor encomendada, Eder lo ha ido remendando torpemente, trocando personas y cargos cuando lo que requería a gritos era un cambio en su hoja de ruta. Para la mayoría de los caleños, el gobierno Eder se ha quedado en farándula y en muy pocos hechos concretos.
Está desperdiciando el eslabón con el populoso distrito de Aguablanca mirando con desdén y descuido el bulevar de Oriente, donde podría contactar con la pobresía. Se puso a arreglar el puente de la calle 14 que une al tráfico del túnel, pero como lo hace solo cinco días a la semana y no trabajan de noche, la congestión vehicular tiene bramando a los caleños y como, además, creyó que la indisciplina de Cali se arregla pidiéndole papeles a los motociclistas que en ninguna parte del país los tienen al día, se ganó el desprecio de millones de hogares que dependen de una moto.
En otras palabras, Eder y su gabinete no han entendido a Cali y todo su empeño en ser honesto y popular se le vuelve contradicción y bajón en las encuestas.
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