
Por Jairo León García U.
Que hubo fraude en las elecciones de Venezuela, nadie lo duda. Que la Asamblea Nacional, la Fiscalía, el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela no son órganos autónomos y que sólo son empleados de Nicolás Maduro, está más que claro.
El CNE dio ganador a Maduro y no ha publicado las pruebas por una sola razón: en cada una de las 36.026 mesas de votación se tomaron fotos de las actas y no tuvieron forma de impedirlo. Ante el clamor de todos los sectores para que hiciera pública las actas, el CNE se negó violando así la propia ley electoral.
Maduro decidió buscar un amparo judicial y presentó un recurso ante el Tribunal Supremo de Justicia, entidad que aceptó de inmediato con los halagos respectivos, indicando que recibió todo el material necesario para presentar una sentencia que valide el resultado publicado por el CNE y le pidió a la Fiscalía que investigue de inmediato a los opositores que no se presentaron, es decir, a Edmundo González Urrutia.
Así las cosas, el Tribunal Supremo de Justicia se dio 15 días para proferir sentencia que según ellos mismos será inapelable.
Diosdado Cabello en su programa diario “Con el mazo dando”, todos los días repite el mismo discurso: ganamos limpiamente, Venezuela salió fortalecida de estas elecciones, el país está en paz y hay que acabar con cualquier foco de fascismo.
Por su parte Maduro, bastante descompuesto, se dio a la tarea de además de llamar a los ganadores fascistas, los ha tildado de demonios y de criminales de guerra y les vive anunciando que la justicia les caerá con todo el peso de la ley.
La estadística del régimen dice que ya capturó casi 3.000 terroristas, muchos de ellos menores de edad, y han sido dados de baja unos 50 fascistas por intentar socavar la sólida democracia venezolana.
Las noticias son aún peores si vemos que solo hay dos vías, o se subleva el pueblo de mano con los militares o se espera desde afuera que los Estados Unidos haga salir a Maduro del poder. Ambas salidas no sólo son demoradas, sino que implican violencia.
Maduro está jugando a dejar pasar los días para que la gente se vaya adormeciendo y mientras tanto acabar con cualquiera que crea que es un enemigo. En las palabras del propio Maduro: “velita que se prende velita que se apaga”
Mientras tanto, Petro se esconde en sus ambigüedades para darle la mano a su amigo dictador, proponiendo un Frente Nacional que él mismo combatió desde el M-19; Lula da Silva juega con las palabras “autoritario y desagradable”, pero no se atreve ni a calificar a Maduro de dictador; y López Obrador se hace el bobo para que pasen los días y baje la efervescencia. Y Estados Unidos tiene suficiente con la guerra del Medio Oriente y las amenazas de Irán contra Israel.
Así las cosas, a los venezolanos les esperan seis años más de lo mismo y a los colombianos por lo menos dos millones más de refugiados, porque Maduro no se va.
Más historias
El caso Quintero para dummies
Crónica # 1230 del maestro Gardeazábal: La ley seca no retoña
El debate Mamdani, Sliwa, Cuomo por la alcaldía de Nueva York