24 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Maduro: un régimen grotesco condenado a morir

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Ivan Guzman

Por Iván de J. Guzmán López 

Daniel Eskibel es un consultor político y experto en psicología del votante, nacido en Uruguay, en 1959. Como psicólogo clínico se especializó en psicología social, psicología de la comunicación y psicología política; su obra, al respecto, ya lo sitúa como uno de los expertos en el mundo en materia de pensamiento político y de comportamiento de algunos individuos que hacen de ella (la política) trinchera para potenciar su personalidad alterada, entre ellos, la del dictador, que se mueve a satisfacción en conductas delictivas, tiránicas y opresoras. Eskibel, que además es miembro de la Internacional Society of Political Psychology, caracteriza así al dictador:

“El dictador es aquel que se ve dominado por una estructura cerebral situada en el tronco encefálico, sorprendentemente idéntica al cerebro que tiene cualquier reptil y que empuja hacia el dominio, la agresividad, la defensa del territorio y la autoubicación en la cúspide de una jerarquía vertical e indiscutida. Puede que el cerebro reptil siempre hubiera estado ahí, pero disimulado. Hasta que el político, una vez que se instala en el poder, descubre todo lo que puede hacer con una orden o una firma. Toma conciencia de su capacidad para influir en la vida de los demás. Si la persona no está preparada, entonces es sólo cuestión de tiempo para que el cerebro reptil se apodere de los resortes del mando; el resultado es la pérdida de contacto con la realidad: Lo ves solo. Aislado. Sin escuchar. Sin contacto con la gente. Agresivo. Cometiendo errores que nunca creíste pudiera cometer. Cada vez más rodeado por incondicionales que sólo dicen, sí”.

La lista de dictadores es larga en el camino de la humanidad, dejando una estela de muerte, destrucción, hambre y miseria. La cronología de la historia nos presenta a personajes como Julio César, Cromwell, Robespierre, Napoleón, Mussolini, Franco, Stalin, Hitler, Sadam Husein, Gadafi; Idi Amin Dada, el feroz militar y dictador de Uganda, arrogante, desbocado, cruel, asesino de masas y personaje mediático; Jean Bedel Bokassa, que se hizo coronar como Napoleón Bonaparte en la república Centroafricana. Para llegar a nuestra época, situemos a Fidel Castro, Vladimir Putin, José Daniel Ortega Saavedra, exguerrillero, líder del partido Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) desde 1991 y actual Presidente de la República de Nicaragua desde el 10 de enero de 2007; Kim Jong-Un, el dictador Coreano;  Xi Jinping, el dictador chino; Nicolás Maduro (el del régimen moribundo en Venezuela) y Gustavo Petro, quien con su actuar no niega sus nexos con el régimen venezolano, y allana en Colombia, poco a poco, el camino del dictador.

Según nuestro autor en referencia, “Cada uno impuso su propio estilo y fue responsable de abusos y, en muchos casos, de atrocidades”. Sus estudios sobre tiranos, dicen que: “Muchas veces se ha asociado directamente su delirio de omnipotencia con la locura”; y, citando al escritor estadounidense John Gunther, autor de libros sobre los regímenes totalitarios, agrega: “todos los dictadores son anormales. La mayoría de ellos son neuróticos.Adolf Hitler es el nombre tal vez más citado en la literatura científica. De personalidad bipolar, sufría paranoias y complejos de varia índole, que le llevaron a cometer crímenes atroces, purgas étnicas y que arrastraron su pueblo a guerras suicidas. Es el caso extremo, evidentemente”.

Para Eskibel, “los dictadores sufrirían de algunos trastornos en el cerebro. La causa estaría en el gen denominado AVRP1, que regula la capacidad de ser generosos con los demás, que sería más corto respecto al resto de seres humanos. Este gen está asociado a la secreción de una hormona responsable de la creación de vínculos socialesy afectivos, según un estudio la Universidad Hebrea de Jerusalén”. Richard Ebstein, que dirigió la investigación, “supone que en los dictadores se genera poco placer en los centros de recompensa del cerebro al cumplir acciones altruistas”.

Jerrold Post -dice Daniel Eskibel-,  director del programa de Psicología Política de la Universidad George Washington sostiene que “a menudo muchos dictadores sufren patologías borderline, es decir que se encuentran en la frontera entre neurosis y psicosis. Son individuos que pueden funcionar de manera perfectamente racional, pero que, en determinadas condiciones de estrés superan el límite, sus percepciones se distorsionan y esto se refleja sobre sus acciones. Esto suele ocurrir cada vez que pierden o incluso cada vez que ganan. Y el único público que cuenta para ellos es… el espejo”. Los disturbios y los trastornos son tan frecuentes que hay autores que los han tipificados en distintas categorías. James Fallon, neurocientífico de la Universidad de California, destaca algunas: “los dictadores carismáticos, mentirosos, manipuladores, de excelente memoria, abusivos, simuladores. En su opinión, su mente tiene más inclinación a odiar que a matar. Por eso no siempre son asesinos en serie. Afortunadamente, sólo una persona de 50.000 reúne este tipo de características”. En estas personas sufren un desajuste cerebral: tienen la amígdala subdesarrollada y esto afectaría a sus niveles de satisfacción. “Padecen una disfunción en la glándula que regula el miedo, la rabia, el historial emocional y el deseo sexual”, sostiene.

Para llegar al ocaso del régimen grotesco de Maduro, como intitulamos este artículo, recordemos a mi admirado Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, nacido en Arequipa, Perú, en 1936, y autor, entre otros libros, de una magnífica novela sobre el dictador dominicano Rafael Trujillo (La fiesta del Chivo, ed. Alfaguara, 2000), entendiendo que a posteriori, evidentemente, con el ascenso del dictador, se revela un error:

“Se piensa que un hombre fuerte, un hombre de carácter, un hombre con pantalones, que aplique mano dura, puede ser mucho más eficaz que un sistema democrático para resolver los problemas. Desde los problemas económicos, hasta el terrorismo o el orden público. Pero es una aberración que no resiste ningún tipo de cotejo histórico, la historia nos demuestra que las dictaduras son mucho más ineficientes que las más ineficientes democracias, que dejan siempre una secuela terrible de corrupción”.  

Sin duda, de la mano del consultor político y experto en psicología Daniel Eskibel, actualizamos la psicopatía del tirano, del dictador, en contravía de las ineficientes democracias, que son las que, desproporcionadas en sus vicios, engordan al tirano aupado por el pueblo ignaro, agobiado de necesidades.

De la pluma del autor de La tía Julia y el escribidor, entendemos por qué la corrupción, el hambre y la destrucción de la democracia en nuestros países:

Las circunstancias que hoy vive nuestra querida república hermana de Venezuela; el vil fraude electoral vivido el pasado 28 de julio de 2024 a manos de un Consejo Nacional Electoral envilecido, que insiste en el despojo de casi 5 mi votos a favor de la democracia; la condena internacional al oprobioso régimen, la negativa del tirano a publicar las actas, sumado todo a la movilización popular y contingentes de militares venezolanos a favor del presidente Edmundo González y Corina Machado, le gritan al mundo que lo de Maduro es un ¡régimen grotesco condenado a morir!