
Por Darío Ruiz Gómez
La inauguración de los Juegos Olímpicos de París dejó asombrados a los espectadores no precisamente por su espectacular juego de luces y danzas, de músicas sino por el hecho de que ese espectáculo veladamente gay y abiertamente multiculturalista desconoció palmariamente la cultura francesa, la cultura Occidental y con su versión woke afirmó, repito, un ofensivo multiculturalismo rompiendo el propósito de la democracia de integrar a toda la población francesa bajo el pluralismo político, racial, cultural.
Bajo ese juego de luminarias y de falsas danzas ancestrales el propósito de islamizar Francia fue evidente, así como su furioso antisemitismo. El semanario Charlie Hebdó cruelmente asaltado por yihadistas quienes mataron en su sede a doce de sus redactores por haber “ofendido” al Islam publicando una caricatura de Mahoma; en la portada de su última edición nos muestra unas desproporcionadas nalgas de cuyo centro circular emerge un equívoco cantante y desde el perfil de este cuerpo se ve un inmenso pene rematado en su prepucio por una florecilla.
El fanatismo del Estado Islámico puesto de presente en 2015 con intensas jornadas de terror tal como aconteció en la sala de Conciertos Bataclán donde asesinaron a 130 personas. Víctor Lenore un excelente crítico cultural reflexiona agudamente en “Voz Populi” sobre lo que ha supuesto ésta más que evidente agresión a las tradiciones de la Cultura Occidental y desvela la tarea subterránea de la Yihad islámica filtrándose en instituciones como la Universidad, el mundo sindical, los barrios urbanos, Oficinas de Derechos Humanos, manipulando a políticos cobardes.
La incorporación histórica de las comunidades árabes, iraníes, marroquíes a la sociedad francesa en lo que se ha llamado un cambio perpetuo ha sido ejemplar tal como lo demuestra el gran número de actores y actrices musulmanes en el cine francés, en la literatura y la ciencia. De manera que es necesario diferenciar la presencia activa de una comunidad musulmana y otra el activismo de los grupos fundamentalistas cuyo objetivo es desquiciar la democracia francesa y la presencia necesaria del pensamiento judeocristiano en Europa.
Que un niño de once años en un colegio degolle a su profesor porque creyó que éste había ofendido a Mahoma es un ejemplo que pavorosamente se ha multiplicado con la cólera propia del terrorista ciego de odio. Cualquier obra de arte manipulada por el sectarismo religioso o político no es una obra de arte sino propaganda, basura.
“La transformación de un pueblo en horda racial –Hanna Arendt, dixit- es un peligro permanente en nuestros días”. ¿No es esto lo que busca el populismo de Morales, de Amlo, de nuestros populistas al tratar de borrar la historia y colocar en su lugar, tal como lo he repetido una y otra vez, una caricatura de folclor? He leído asombrado que para celebrar los cien años del Museo Nacional no se recordarán los hitos de nuestra historia como República, los conflictos de la Historia presentes en propuestas de curadurías que han respetado lo que significa un Museo como depósito racional de la historia de una comunidad en pinturas, esculturas, fotografías, cartografías para que podamos vernos, para aprender de la civilización y de la historia. Porque el programa de celebraciones de nuestro Museo Nacional es descaradamente woke: las burbujas de músicas chocoanas recorrerán las distintas salas e irán acompañadas de danzarinas fashion que nos elevarán hacia las luces de un país inventado para la propaganda multicultural ya que lo que estos festejos deberían comenzar por pedir al ELN y al Clan del Golfo, a las FARC es la liberación de 10.000 ciudadanos secuestrados, despojados de sus derechos a la tierra en el Chocó. Ya la Directora del Museo de Antioquia impugnó el “Horizontes” de Cano porque sus tres protagonistas eran blancos y el Museo debía saludar “a las comunidades de pescadores del Pacífico y El Caribe y todos los ríos…bla, bla, bla.
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