Por Gabriel Zapata Correa
Si por Palacio hay tempestades, por la oposición no cesa el tsunami.
Nunca antes los colombianos habíamos asistido a un espectáculo tan deprimente como el que estamos viviendo. Una increíble paradoja que nos pone en el fondo de un abismo inconmensurable del que no sabemos cómo vamos a salir. Vemos a un presidente exitoso, muy exitoso en sus intenciones de revolcar al país.
Siguiendo las huellas de su extinto amigo, el dictador de Venezuela Hugo Chávez y utilizando el lenguaje agresivo e incitador de su otro homólogo de Nicaragua, Daniel Ortega, el presidente Petro va logrando su propósito, no solo de sembrar total incertidumbre en el país, sino de desestabilizar a las instituciones.
Como dice el maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal, estamos sometidos “a la manía liquidacionista del gobernante (que) nos lleva a la destrucción de lo que tenemos en Colombia para implantar un dizque nuevo orden”.
Y agrega el maestro con acertado criterio: “Hemos sido testigos de cómo se ha arremetido, con verdades o mentiras, con exageraciones o con solo perversidad, contra las EPS, contra Ecopetrol, contra el sistema de salud del magisterio, contra los policías y el ejército. Contra el proceso de paz, contra la JEP, contra las rutas de 4 G, contra la Federación de Cafeteros, contra la Constitución y quizás hasta contra los alzados en armas que no comulgan con sus hostias leninistas envenenadas”.
Esto quiere decir que estamos asistiendo como invitados de piedra a la destrucción del país. Con otro ingrediente mucho más preocupante: la inseguridad total. Se incrementaron las masacres, los ataques terroristas contra la población civil, mientras las Fuerzas Armadas se muestran confundidas y con las manos amarradas.
Pero del otro lado, el de la oposición, el panorama tampoco es muy alentador. El ciudadano de a pie, que sufre a diario en silencio los atropellos de un mandatario incendiario que no ha podido cumplir sus promesas, está totalmente confundido con el papel de los congresistas que eligió en las urnas, por cuanto, de acuerdo a los escándalos de corrupción, están engordando sus chequeras para darle luz verde a las reformas de un gobierno débil, que no tiene más remedio que acudir al soborno para mostrar algún resultado.
¿Dónde están los líderes de los partidos políticos? ¿Qué están planteado los partidos Liberal, Conservador, Cambio Radical o la U? ¿Muchos de sus integrantes están negociando con el Gobierno por debajo de la mesa? ¿Cuáles son los líderes sólidos y estructurados que van a salir a la plaza pública en el 2026 a competirle al sucesor de Petro, quien está manejando sus hilos para para mantener su proyecto político en el poder?
La verdad es que no vislumbramos en el panorama político un proyecto serio que vaya sumando opiniones, con miras a enfrentar las próximas elecciones presidenciales, lo cual nos pone en el riesgo de que la línea Petro se quede en el poder y ahí sí podemos afirmar sin lugar a equivocarnos que la izquierda llegó para quedarse.
Lo que hemos venido observando son reacciones coyunturales, opiniones agresivas como respuestas de momento a las afirmaciones casi siempre en fuera de lugar del presidente Petro. Y frente al enorme desconcierto de la ciudadanía, tampoco se vislumbra una figura seria, un líder que arrastre con fuerza, alrededor de los cuales se pueda construir toda una estructura que sea capaz de enfrentar con éxito las elecciones del 2026.
Por eso tenemos que aceptar que la estrategia del presidente Petro le ha funcionado, dividiendo cada día más a los colombianos y a los diferentes estamentos del país, sembrando como le gusta la lucha de clases, mientras los partidos políticos se mantienen tibios, casi indiferentes, como mudos testigos ante el desastre del Gobierno, cuya ejecución presupuestal no llega ni al 10%.
Así como estamos no es muy optimista el futuro que nos espera. Tenemos que aceptar que con lo que tiene el gobierno en favorabilidad, en este momento, le alcanza para para ganar las elecciones en el 2026. Y le quedan más de dos años en el poder.


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