25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

¿De qué lado estamos cuando despreciamos el trabajo de la Comisión de la Verdad? 

Claudia Posada

Por Claudia Posada 

Se ha tratado tanto de oscurecer la naturaleza de la Comisión de la Verdad, que no son muchos los colombianos de la sociedad civil que la entienden y empatizan con ella.   

Trece mandatos y trece funciones tiene la Comisión de la Verdad que opera en Colombia como una entidad del Estado cuya misión está enmarcada en un importantísimo objetivo que es determinante para la historia, el presente y el futuro del país. De ese tamaño es, y sin embargo se ve afectada por la resistencia y rechazos en sectores, francamente, muy difíciles de entender. Quienes hacen parte de ella, cuentan en su haber con las características, experiencia, carácter y preparación que los hacen los más idóneos en el manejo de un tema tan sumamente delicado y muy sensible desde donde se le mire.  

Buscar el “esclarecimiento de los patrones y causas explicativas del conflicto armado interno que satisfaga el derecho de las víctimas y de la sociedad a la verdad, promueva el reconocimiento de lo sucedido, la convivencia en los territorios y contribuya a sentar las bases para la no repetición, mediante un proceso de participación amplio y plural para la construcción de una paz estable y duradera”;  no es tarea para cualquiera. La dimensión de sus complejas actividades y la magnitud de tan profundo proceso, inexplicablemente encuentra la mayor obstrucción y ataques, justo desde figuras nacionales  empeñadas en invalidar su ecuanimidad. 

Se ha tratado tanto de oscurecer la naturaleza de la Comisión de la Verdad, que no son muchos los colombianos de la sociedad civil que la entienden y empatizan con ella.  ¡Qué lástima! Particularmente entre aquellos que no han sufrido directamente los rigores de la violencia están quienes, al fin y al cabo al no considerarse Víctimas, no dan toda la trascendencia que tiene su gestión. Y lo peor, le dan credibilidad a cuanto mensaje aparece en contra de  sus gestores y el propósito en el que se empeñan. Mínimamente, como colombianos que queremos el país para vivir en él pacíficamente (al menos los que queremos que la paz se consolide porque rechazamos todo espíritu conflictivo, provocador, violento y guerrerista) deberíamos apoyarla por su papel en los territorios y toda la Nación, así sea simplemente con los sentimientos de respeto y aceptación plena con respecto a su trabajo.  

La Comisión de la Verdad, precisamente publicó un comunicado en el que señalan: “El 18 de febrero de 2022 personas sin identificar ingresaron en horas de la noche a la vivienda del investigador de la Comisión, Eduardo Andrés Celis Rodríguez, que acompaña al comisionado Alejandro Valencia Villa en la entrevista con Dairo Úsuga David, alias “Otoniel”. En el incidente, sucedido dos días después de que el comisionado y el investigador fueron retirados de una sesión de la entrevista, fueron robadas las grabadoras digitales que se usaron en la entrevista, y un computador. La Comisión de la Verdad rechaza y denuncia este hecho que atenta contra uno de sus funcionarios y contra el trabajo de esclarecimiento del conflicto armado en el país y pide a las autoridades competentes investigar de manera diligente y eficaz los hechos”.  

No puede caer al vacío semejante suceso, no pueden salirnos ahora con otras visiones tan injustificables como algunas con las que han pretendido enlodar tareas tan loables como las del padre Francisco de Roux. “La Comisión exige garantías para continuar con la entrevista. La seguridad de quienes participan en el proceso, la privacidad de las sesiones y el apoyo logístico por parte de quienes tienen la custodia del entrevistado, son indispensables para continuar con la entrevista. La Comisión necesita escuchar la verdad del señor Úsuga sobre hechos cruciales para entender la dinámica del conflicto armado y su persistencia. Queremos hacerlo sin intimidaciones. La verdad es un derecho de las víctimas y de la sociedad y, por esa razón, solicitamos garantías a las autoridades competentes y a los organismos de control, a las Naciones Unidas y la comunidad internacional su acompañamiento”. 

¿De qué lado estamos entonces cuando despreciamos el trabajo de la Comisión de la Verdad?